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El triunfo de un pundonoroso púgil irlandés

Por Jorge E. Lara de la Fraga.

ESPACIO CIUDADANO

“…Haz que en vez de lástima te tengan respeto…” Teresa de Calcuta.

            A últimas fechas poco voy al cine, pero hace 15 años le dije a mi esposa que exhibían una cinta interesante sobre la vida de un boxeador que padeció y triunfó en los encordados por las décadas de los veinte y de los treinta (1926-1938), mismo que se había visto la cara y los puños con pugilistas de la talla de Max Schmeling, de Max Baer y de Joe Luis. Ni tardo ni perezoso me encaminé a la sala de proyección porque rememoré a mi padre Julio Lara Reyes, cuando me contaba de las hazañas de Jack Dempsey, Gene Tunney, Jess Willard, James Corbett, Primo Carnera y de Luis Ángel Firpo, el conocido “Toro de las pampas”. En verdad disfruté y padecí esa película donde se destaca el espíritu de sobrevivencia y el afán tozudo de triunfo de Jimmy Braddock, nacido en un suburbio de New York en 1905.

            El trabajo de la película “El Luchador” está –a mi modo de ver- magistralmente realizado, con escenas palpitantes, excelentes tomas y sonidos, donde sobresalen las actuaciones de los actores Russell Crowe, Renée Zellweger y Paul Giamatti, dirigidos por Ron Howard; las secuencias de los combates son impecables, posee ritmo y logra tocar fibras sensibles de los espectadores. En términos generales la proyección de referencia alude a la vida un pugilista de mediano éxito, que se retira por lesiones y ante la gran depresión económica de 1929 labora como cargador de los muelles; padece el protagonista penurias con su esposa y sus tres hijos y logra por azares del destino acariciar una segunda oportunidad. Casi de la nada emerge de la mediocridad y se presenta nuevamente a boxear contra adversarios más jóvenes y vigorosos, hasta enfrentarse al campeón mundial de los pesos completos, el denominado “ídolo de las mujeres”.

            En un compendio biográfico de grandes boxeadores de pesos completos se destaca que Jimmy Braddock no era una figura destacada del boxeo, lo cual se constata cuando tiene la necesidad de ganarse el sustento diario ejerciendo de estibador en los muelles de Hoboken. Su historia es una de las más extraordinarias del llamado “Arte de Fistiana”. Dado su poco éxito como boxeador, Jim había decidido retirarse del ring para, después de algún tiempo, ante las penurias económicas tener que enfundarse nuevamente los guantes para lograr obtener algunos dólares y con ello vivir con cierto decoro él en compañía de su mujer y sus tres retoños. Su espectacular salto de la pobreza a la fama y a la riqueza constituye uno de los capítulos más asombrosos del pugilismo internacional. Un famoso crítico deportivo, Francis Albertani, fue el que lo denominó como el “Hombre Cenicienta”. Y no le faltaba razón a Francis para catalogar de tal manera a Braddock puesto que la historia real de este hombre es tanto o más fantástica que la del cuento de Cenicienta.

            Más allá de la película en cuestión, quiero mencionar a los lectores que Jim Braddock, era integrante de una familia neoyorkina de escasos recursos, donde la miseria y las privaciones eran tan ciertas como cotidianas. Desde pequeño tuvo que defenderse de los otros jóvenes que, como él, vagabundeaban por las calles de la gran metrópoli; a los 16 años subió por primera vez como peleador aficionado y en razón de sus éxitos lo animaron a probar suerte en el campo profesional. En su camino encontró a un excelente manejador y amigo, Joe Gould, con quien compartió a lo largo de su vida deportiva triunfos y fracasos. En 1933 disputó 9 combates, de los que ganó 5 y perdió 4. En un match contra Abe Feldman en Mount Vernon, Braddock se fracturó ambas manos por lo que el árbitro tuvo que suspender el encuentro.

            Al año y medio de su retiro es llamado por su entrenador para sostener una batalla más y ganar unos cuantos dólares. Ahí se incuba el milagro, pues empieza a triunfar de manera sorprendente. Su gran noche es cuando se enfrenta al campeón mundial, a Max Baer, cuatro años más joven que él, el 13 de junio de 1935 y se convierte en monarca contra todos los pronósticos por decisión unánime, teniendo un reinado de más de dos años. “…Se escucha el crujir de una costilla cuando el guante de un boxeador se clava en la humanidad de su adversario…” Mi padre recuerda a Jimmy Braddock, el peleador que se levantó desde las cenizas y se erigió como rey universal de los pesos completos, destronando a un petulante Campeón, mismo que ya había matado con sus puños a dos contrincantes.

            El actor Giamatti expresó hace poco: “Creo que inconscientemente Hollywood se ha volcado a contar historias de desesperanza como ésta; vivimos tiempos difíciles, llenos de dudas, ávidos de ejemplos vivificantes, de héroes de la clase trabajadora…”. Ojalá –agregaría- retornen los tiempos gloriosos y las épocas doradas del pugilismo internacional. Espero que muchos de los lectores tengan la oportunidad de ver esta película que revela la entrega de un aguerrido luchador por la vida y que fue premiada en varias categorías de diversos certámenes de la Cinematografía Mundial.

Atentamente

Profr. Jorge E. Lara de la Fraga.