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Mamás con hijos que ladran

Por Maricarmen García Elías

ANIMALIA

Ser madre es una de las cosas más maravillosas que le pueden suceder a una mujer, saber que en el vientre crece un bebé producto del amor, escuchar sus latidos por primera vez, saber que a partir de ahí inicia un lazo único y planear toda una vida a su lado para verlo crecer y desarrollarse es idílico y aunque esto es tradicionalmente lo “normal” en la sociedad no siempre se hace esta elección.

Hoy en día los derechos de las mujeres van viento en popa- más allá de que como toda ley se  violenten o no- las mentalidades en cuanto a la maternidad también han evolucionado,  hay mujeres que están en la cumbre de sus carreras y no desean tener hijos por todo lo que ello implicaría en sus puestos de trabajo y metas profesionales, nada más válido y respetable.

También hay mujeres que aprovechan su juventud y mejores años  en los estudios, en viajar y disfrutar la vida al máximo y posponen la maternidad hasta sentirse listas, lo que puede ocurrir o no y eso es tan responsable en una mujer que no solamente trae hijos al mundo por traerlos sin pensar si podrá ofrecerles todo lo que necesitan para tener una vida de calidad.

Por lo tanto- aunque es una bendición – no se necesita ser madre de un bebé para ser una mujer completa o realizada, las prioridades y proyectos de vida van cambiando conforme evolucionamos como sociedad, ya casi no se observan familias numerosas, uno o dos hijos es la elección perfecta casi siempre. En otros casos vemos niños en la calle sufriendo abusos de todo tipo, trabajando a sol y lluvia en vez de estar en casa con un plato de comida caliente y haciendo tarea de la escuela, niños golpeados hasta morir por sus propias madres o por el padrastro con complacencia de la madre, basta leer las noticias y todos los días encontraremos notas como éstas y uno dice Dios por qué permites que mujeres así, sean madres que solo traen niños a sufrir.

Desde hace muchos años en Europa principalmente y cada vez más frecuente en nuestro país, las mujeres inician su vida profesional jóvenes y van desarrollándose con tal éxito que como decíamos no optan por ser madres, en su lugar y en común acuerdo con su esposo adoptan un perro o un gato y no es que este animal sustituya a un bebé humano pero sí que pueden formar con él una familia interespecie,  un nuevo modelo familiar cada vez más común con igual nivel jerárquico en el hogar.

Es tan profundo el nivel emocional en el que una persona puede conectar con un perro por ejemplo, que hace que los lazos sean estrechos conforme pasa el tiempo al igual que lo serían con otra persona, no en vano las terapias con animales cobran más auge debido a los resultados exitosos en la mejora de la salud de los pacientes. Los perros tienen comportamientos muy similares a los niños a la hora de jugar, las travesuras que hacen y la manera en que tratan de esconderlas también es muy parecida y por si fuera poco se comunican de una manera en que cualquier persona puede entenderles, por eso son los favoritos en una familia pues entre un ser humano y un animal se mantiene la posibilidad de intercambiar información no lingüística, gestual y prosódica (basada en sonidos y onomatopeyas) que aproximadamente representa un 70% del total de la información que podemos transmitir; lo que facilita la comprensión de las necesidades y afectos mutuos.

Un animal siempre va a representar beneficios en la salud de las personas que lo rodean eso está probado científicamente, la habilidad para comunicarnos con otras personas mejora al estar en contacto con los animales, la confianza, el cardio, lo cognitivo y emocional también se ve beneficiado. A mí me han dicho amigas con hijos humanos lo estresadas que pueden sentirse a veces en especial cuando sus hijos son adolescentes y amigas con animales lo felices que se sienten al llegar a casa y encontrarse con su perro, “si tuve un mal día todo se me olvida al abrazarlo” me dicen y a ambas partes las entiendo y les doy la razón.

El problema está cuando las personas quieren “humanizar al extremo” al perro o al gato haciendo de lado su naturaleza animal; vistiéndolos con ropa difícil que en vez de darles confort los incomoda, ridiculizándolos con disfraces o causándoles inseguridad , enfermedades y ansiedad al protegerlos en exceso por todo. Si bien un animal debería ser  parte de la familia en toda la extensión de la palabra con los mismos derechos por ser un ser sintiente y con conciencia, amarlos también implica respetar su naturaleza salvaje. En el otro extremo está “cosificar” a los animales y no darles afecto pensando que son objetos.

Los animales  proporcionan desinteresadamente momentos de felicidad (sustentada sobre la aceptación incondicional) e incrementan la calidad de vida de las personas por eso el estrecho y positivo vínculo afectivo con ellos trae consigo familias interespecie felices, mamás felices con hijos que ladran y cuyo amor a los animales habla de las mujeres tan hermosas y generosas que son por dentro y por fuera, ¡felicidades a todas las mamis con hijos que ladran o maúllan en su día!