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Monólogo con un colega ausente

Por: Jorge E. Lara de la Fraga

ESPACIO CIUDADANO.

Me ubico en la inmanencia y no en la trascendencia. Se vive una única vez -esa es mi posición personal ideológica con sustento en la ciencia y en la naturaleza- aunque respeto a los congéneres que aluden a la otra vida. En mi caso, una vez que cumpla mi ciclo existencial, espero que mis familiares y mis conocidos me rememoren en ciertas ocasiones por mis imprudencias, mis locuras, mis sueños o utopías y por algunos proyectos o cuestiones positivas que haya efectuado. Triste sería que no dejara huella en mis contemporáneos y en mis amistades cercanas, así como mis seres queridos. Tal preámbulo obedece a que hoy recupero un viejo escrito que a los 45 años elaboré ante la muerte de un compañero de trabajo, el cual a una edad temprana, casi al cumplir las cuatro décadas, fue víctima de un accidente automovilístico durante el cumplimiento de una encomienda oficial de una institución educativa. A ello obedece el título de la presente entrega.

Hasta luego amigo; vamos nosotros atrás, caminando. Sigues igual de impaciente. “Genio y figura”, vas más aprisa, tu inquietud, tu nerviosismo, tu responsabilidad polifacética, tu afán de “estar en la jugada”, nos impide alcanzarte… por el momento. Piensa que vamos resguardando tus pasos, que vamos valorando, a ritmo acompasado tu desempeño en las comisiones de confianza, apreciando asimismo tu seriedad y ortodoxia en la acción profesional de tu permanente magisterio. Te observamos como el individuo que, con afán de servicio y con disposición anímica, transitas de norte a sur en este nuestro Estado que lo conoces y lo vives a plenitud y te sientes realizado cuando cumples con las disposiciones diversas encomendadas. Aun con toda la carga laboral que tenías a cuestas, sabíamos que entre comisión y comisión sacrificadas tu tiempo libre para seguir preparándote académicamente y ser un modelo, un ejemplo, un paradigma para tus hijos. Pudimos estar de acuerdo o en desacuerdo contigo, porque a fin de cuentas ninguno de nosotros es perfecto, pero si te expresamos que las desavenencias que hemos experimentado como grupo nos han servido como el punto de apoyo para respetar mejor nuestras disímbolas personalidades. Tus amigos y tus filiales de siempre vemos que, como los guerreros nórdicos, vas espada en ristre a demoler anticipadamente los molinos de viento y a esparcir tu emoción hacia los diversos ámbitos de nuestra patria chica. No te imaginamos en un camastro, en un recinto frío, en estado estático esperando pacientemente la disminución progresiva de tus capacidades vitales; tu volcánica dinámica te ha posibilitado recorrer primero, de manera lamentable, ese tramo insondable, ese puente crucial con grandeza espartana y con dignidad. Seguirás con nosotros, con tus seres queridos, con tus colegas de labor. Con “los cuates” disfrutarás de las quinielas, de las lecturas aleccionadoras, de las partidas de pókar, de las contiendas futbolísticas, del debate apasionado. También seguirás participando en las jornadas comunitarias, en las asesorías técnicas, en los simposios y foros, así como en los eventos culturales.

Así te recordaremos, porque hasta el final fuiste consecuente con tu línea, con tu inquietud avasalladora. Así también con esa imagen propositiva encontrarán tus seres entrañables el bálsamo tranquilizante que los impulse hacia adelante, a no flaquear ante las adversidades, a “echarle el resto” a las cosas, a empujar vigorosamente en el estudio y también en el trabajo. Nosotros, los compañeros de labores institucionales, te queremos decir que ganaste tu batalla postrera, pues como el Cid Campeador, el azote de los sarracenos, eres el elemento que en adelante nos aglutinarás, nos reunirás en ese contingente de colegas y de amigos que anhelan algo más que el fugaz esparcimiento, que el interés político pasajero, que la similitud de ideas o a la configuración de un bloque con propósitos muy particulares.

Te decimos finalmente que estamos contigo, con tus seres entrañables y aun cuando estamos conscientes que no podemos variar los acontecimientos, hacemos el compromiso público con tu esposa e hijos, para que no vacilen en recurrir a nosotros a fin de subsanar, en modestísima proporción, los problemas subsecuentes que provoca un vacío existencial de esta naturaleza. El ser humano leal no muere cuando exhala su último aliento fisiológico, fallece cuando no deja simiente entre sus congéneres, cuando no aporta su almácigo de inquietudes. Tú seguirás deambulando con nosotros, en este mundo que a veces nos asfixia pero que también nos anima e impulsa a seguir, cuando sentimos que cumplimos con nuestro deber y cuando vemos coronados nuestros afanes legítimos y justos. En relación con el preámbulo del presente escrito, incorporo un fragmento de un poema de Nezahualcóyotl, el Rey Poeta:

… Así somos, somos mortales,

de cuatro en cuatro, nosotros, los hombres,

todos habremos de irnos,

todos habremos de morir en la tierra.

… Nadie en oro se convertirá,

en la tierra quedará guardado…

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Atentamente.

Profr. Jorge E. Lara de la Fraga