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La pandemia interminable

Por Emilio Cárdenas Escobosa

De Interés Público 

México es ya el decimoprimer país en superar el millón de casos positivos de la enfermedad Covid-19. Con más de 105 000 muertes ocupamos el cuarto lugar mundial en decesos producidos por la enfermedad, según el recuento de la universidad Johns Hopkins, solo por detrás de Estados Unidos, Brasil e India. 

Vivimos una situación muy preocupante que llevó este lunes a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a afirmar que México se encuentra en mala situación frente a la emergencia sanitaria debido al aumento de casos positivos y defunciones por covid-19 en el mes de noviembre. El director general de OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesu pidió a nuestro país que se lo tome muy en serio al duplicarse el número de casos y muertes. 

 “Nos gustaría pedir a México que sea muy serio. No comentamos comportamientos individuales sobre el uso de mascarillas. Pero hemos dicho en general que usar cubrebocas es importante, la higiene de manos es importante, mantener la distancia es importante, y esperamos que los líderes sean ejemplares. Queremos que los líderes sean un modelo a seguir”, dijo el funcionario en clara alusión al presidente Andrés Manuel López Obrador renuente a usar cubrebocas en actos públicos ni en reuniones con sus colaboradores. Recordamos como el mandatario el pasado 3 de noviembre dijo que “si algún día llego a ponerme el cubrebocas será por respeto a la gente, porque veo su responsabilidad, aun sin saber a ciencia cierta si ayuda o no ayuda usarlo”. 

Desde el inicio de la pandemia han sido constantes las críticas al manejo del gobierno federal del problema: por la falta de pruebas rápidas para detectar el virus, por las carencias de equipo protector en hospitales públicos para médicos y personal de enfermería, por el presunto subregistro de casos y decesos, en un largo etcétera no exento de descalificaciones no siempre fundadas de los críticos y opositores al gobierno de López Obrador. 

A todo ello debemos sumar, sin duda, la indiferencia y negligencia de mucha gente que no acata las recomendaciones de las autoridades del sector salud sobre la sana distancia, el uso de mascarillas o cubrebocas y sobre todo el quedarse en casa y evitar aglomeraciones que ponen en riesgo la salud.  

De acuerdo con el Ranking de Resiliencia de Covid, publicado hace unos días por Bloomberg, una compañía estadounidense de media bursátil y asesoría financiera, el país es el último lugar de 53 naciones por su manejo de la pandemia. Somos el país peor calificado en Latinoamérica por debajo de Chile, Brasil, Perú, Argentina y Colombia, aun cuando estos dos últimos países tienen un mayor número de positivos al virus de acuerdo con la Universidad de Johns Hopkins.  

En el estudio se destaca que América Latina se enfrenta, además del virus, con la trampa de la pobreza lo que la posiciona como la región más devastada por la pandemia. Y desde luego México lo confirma con el impacto económico que ha tenido en los sectores más vulnerables y en las clases medias afectados por el desempleo, la falta de apoyos gubernamentales, la carencia de estímulos fiscales y el dejar a su suerte a miles de familias que viven al día. Situación que de acuerdo al Fondo Monetario Internacional hará que no se vuelva a los niveles de crecimiento prepandémicos hasta 2023 y el ingreso per cápita no se recuperará por lo menos hasta 2025. 

Ante este panorama es alarmante visualizar que no hemos llegado a la peor fase de contagios que según algunos especialistas puede ocurrir en los meses de enero y febrero del 2021 cuando nuestros agobiados equipos médicos y la capacidad de los servicios de salud se verán sometidos a la peor prueba. 

De acuerdo con el reporte de la Secretaría de Salud, hasta este 30 de noviembre en México hay un total de un millón 113 mil 543 casos confirmados acumulados de COVID-19, así como 105 mil 940 lamentables fallecimientos. 

Esto es, que con más de 175 mil contagios y 13 mil defunciones, noviembre es el mes durante el que se reportaron más casos nuevos de personas positivas al virus del SARS-CoV-2, por debajo del mes de julio, en donde se registró el pico más alto de la pandemia. 

¿Qué nos espera hasta antes de que se cuente con la aprobación de alguna de las vacunas que a marchas forzadas desarrollan y prueban diversos laboratorios en el mundo y que en teoría comenzarán a aplicarse en México hasta finalizar el tercer trimestre del 2021? 

¿Tendremos la fortaleza de ánimo entre nosotros para mantenernos en guardia ante el virus? 

En los primeros tiempos, en el mes de marzo cuando empezó la etapa de confinamiento, el efecto sobre la población era la depresión y la ansiedad. Ahora, después de tantos meses, parece haber cambiado a una etapa de negación y de conductas desafiantes. Y una muestra de la negación son las fiestas o reuniones, las visitas a los centros comerciales, las concentraciones en eventos con motivo de las fiestas navideñas.  

La población está cansada de quedarse en casa, de no reunirse con sus amigos, de no salir de fiesta o de no viajar, de resguardarse de otros, lo que ha acelerado la tendencia a arriesgarse a los peligros del coronavirus, ya sea por mero desafío, deseo o necesidad. Es la llamada fatiga social ante la pandemia. 

Expertos explican que los brotes de COVID-19 con una creciente sensación de apatía chocan y crean una combinación muy peligrosa. Y es comprensible después de tanto tiempo en casa pero ello podría traer consecuencias aún peores que las que hemos observado hasta ahora. 

Pero no solo es la cuestión de no salir, sino también de no ver a la familia, amigos, de trabajar desde casa, del miedo que provoca contagiarse y del bombardeo de información y números en los medios de comunicación que nos saturan.  

Es sin duda una situación excepcional, el mayor reto que ha enfrentado el mundo en décadas, que nos exige medidas excepcionales como sociedad. Lo que es claro es que hasta en tanto no haya vacunas y se inmunice a la mayoría de la población, debemos mantener la alerta. No hay de otra. 

Ya lo de la desconfianza hacia los políticos y las instituciones, sumada a la indignación por las medidas adoptadas por la crisis sanitaria, es cosa aparte. Pero por lo visto hasta ahora no cambiarán un ápice la gestión de la pandemia y ya habrá oportunidad de ajustar cuentas. 

Lo que no hagamos por nosotros mismos, por nuestras familias y por los demás, en un auténtico ejercicio de empatía, nadie lo hará; no el gobierno ni los políticos que como sabemos tienen otras prioridades ante la proximidad de las elecciones. 

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