Uncategorized

Quinto patio

Por: Luis Humberto Muñoz Vazquez

Panoramas de Reflexión

Quinto patio.

Quien no recuerda el gran número de vecindades o cuarterías que había en el Martínez de hace ya algunos ayeres, muchas estaban en lo que hoy se conoce como el primer cuadro de la ciudad o la zona o colonia centro. La mayoría desapareció para dar paso a locales comerciales que hoy son los que abundan en el bullanguero pueblo de ayer. Bueno, Martínez siempre ha sido bullanguero, pero la bulla antaño era otra muy diferente a la que hoy se observa. La algarabía de antes obedecía a las tardeadas que se amenizaban en el parque central con las diferentes orquestas y grupos musicales que proliferaban en la región, pregones de escasos vendedores ambulantes y carros de sonido. Ogaño, el bullicio es estridente, provocado por cláxones gritones de autos, y motores gruñones de camiones de reparto y autoservicio.

Volviendo al tema que me ocupa, las construcciones habitacionales en la ciudad de México heredadas del siglo XIX y principios del siglo XX, habitadas en la actualidad, están compuestas por un patio largo, con sus habitaciones a los costados y con baños y lavaderos de ropa comunes para varias familias pobres. Entre más patios tuviera una vecindad, era más populosa y por ende, de gente más pobre. Tal vez de ahí surja el concepto de “quinto patio” que inmortalizara Luis Arcaraz en México, con una canción del mismo nombre y letra de Mario Molina Montes, y que posteriormente protagonizó Emilio Tuero en la pantalla grande. El vocablo latino vicinĭtas llegó al castellano como vecindad. El concepto alude a la condición de vecino (aquel que convive con otras personas en un mismo edificio o ciudad, o aquello que está cerca de otra cosa). En algunos países se llama vecindad a una clase de vivienda en la que habitan, en unidades independientes, muchas personas o familias de escasos recursos económicos. Por lo general consisten en varias casas situadas en torno a un patio o vinculadas por pasillos en común. Como suele ocurrir, en algunos casos no es tan negativa la realidad que se vive en una vecindad, sino la discriminación a la que deben enfrentarse sus miembros cuando salen a la calle. La pobreza causa empatía y compasión en mucha gente, pero también despierta sentimientos de rechazo. En nuestro pueblo no llegó a haber grandes vecindades con más de un patio pero si de uno solo, con baños y lavaderos comunales, que hoy cayeron en desuso. Anteriormente, casi podría afirmar que en cada cuadra del primer cuadro de antes, que iba desde la calle Hermenegildo Galeana hasta la calle Benito Juárez y de la avenida Pedro Belli hasta la avenida 5 de Febrero, había una y hasta dos vecindades, donde en algunas jugaba en sus patios con mis amigos de la primaria.

No podría precisarles ahora dónde se encontraban aquellas cuarterías, ni qué establecimientos comerciales o casas ocupan ahora esos lugares, sería demasiado extenso el especio necesario para darles referencias precisas de cada una, pero mis amigos y la gente mayor que yo, podrían darles una mejor idea, hasta con los nombres de sus antiguos propietarios. Yo por lo menos puedo precisarle algunas; como las que estaban en la calle Morelos, donde ahora se encuentra conocida súper-farmacia, entre las Avenidas Melchor Ocampo e Ignacio Zaragoza; también, en la misma calle Morelos había dos, entre las Avenidas Ignacio de la Llave y 5 de Febrero. En la Avenida Pedro Belli, en verdad que fueron muchas. De cualquier manera, es un bello recuerdo que guardo atesorado en el empolvado ático de mi fatigada memoria. Un Martínez que se nos fue para jamás volver. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.

Luis Humberto.

Leave a Comment