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El «séptimo año» de un gobernador, según Dante Delgado

Por Alfredo Bielma Villanueva

No es nueva la conseja relativa al “séptimo año” de un gobernador, y la acaba de referir Dante Delgado en su reciente estancia en esta ciudad capital, bien lo sabe y habla por propia experiencia porque apenas concluyó su interinato en 1992 comenzaron los amagos en su contra e incluían a algunos de sus excolaboradores más cercanos, aunque en su caso prevalecieron circunstancias- su diferendo con el presidente Zedillo- que desarrolló la trama que lo condujo a Pacho Viejo. Esa caída y la forma en cómo superó el dramático lance dicen bien del carácter y voluntad de Dante Delgado, sin duda es merecedor de reconocimiento por el impulso impreso a su ya larga trayectoria política. Por ese antecedente, su alusión al “séptimo año” de un mandatario estatal cobra aguda resonancia, ¿acaso fue subliminal mensaje a quien gobierna esta entidad? Si así no fuere, de cualquier manera, la alusión encuentra sólido sustento en nuestra realidad, más aún cuando quien ejerce el poder ha ejecutado temerarias acciones al amparo de una circunstancia de eventualidad muy definida, seis años cuando más. Duarte de Ochoa podría avalarlo desde su condición carcelaria, campo propicio para la reflexión y el arrepentimiento. Todo a causa de que por los siglos de los siglos el ejercicio del poder ha obnubilado al incauto, a quien hechiza con el canto de las sirenas induciéndolo a cometer atrevidas acciones solo por tener el manejo del poder.Alguien en Veracruz debía atender la voz de la experiencia, forjada en quienes ya han ejercido el poder estatal para no mover la retórica como aspas de molino de viento contra poderosos adversarios, más aún porque estos seguirán vigentes cuando comience el séptimo año del ya exgobernador. Más aún porque el atavío político no es prenda innata sino indumentaria forjada por las circunstancias, y porque en el panorama a futuro no se observan condiciones que garanticen un genuino muro de contención para detener la contraofensiva. En el caso que observamos se han ocasionado enfrentamientos con actores políticos de sobrevivencia transexenal, que llegada la oportunidad no dudarán en disparar sus saetas, también a instituciones cuyos integrantes han sido retóricamente agredidos, pues son de peso completo y no desperdiciarán la oportunidad para devolver golpe por golpe. Quizás mientras se está al timón de mando tal circunstancia no sea perceptible, pero es drástica la diferencia una vez fuera del olimpo. Eso debiera ser motivo de preocupación porque, según se ve, no pinta bien el séptimo año.