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El festín de los lobos

Por José Antonio Medina Aguilar

PIENSO, LUEGO ESCRIBO

Por Akiles Boy*

Es un mito o una realidad que ¿el peor enemigo del mexicano, es otro mexicano?, y qué lamentable es reconocer que se trata de una realidad que persiste dentro y fuera del País, cuando vemos en el mundo ejemplos de unión y solidaridad entre ciudadanos con raíces y cultura comunes. Es cierto, que se enaltecen y se magnifican los casos en que los mexicanos, sin pensarlo, acuden en ayuda de compatriotas en situaciones graves como los sismos y otros fenómenos naturales, que causan muertes y daños materiales, pero también es verdad, que de manera fácil caemos en actos de egoísmo y soberbia cuando somos presas del vértigo polarizador de la política.

La política es una actividad humana y no tiene que convertirse en una guerra fratricida. Es la ambición por el poder y sus privilegios, la que obnubila a los “políticos” y los transforma en personas sin valores y principios, que sin medir consecuencias, usan el discurso incendiario o dramático en los periodos de crisis y tragedias, generando irritación y odio que escalan hasta la irracionalidad en la población.

Nada más indignante y reprobable que una actitud insensata, que  pretenda capitalizar una tragedia en temporada electoral, caracterizada por el regreso a los viejos tiempos de nuestra política más primitiva, a la  falta de respeto a la inteligencia ciudadana, ya situada en el siglo XXI, pero lo más deplorable, a la absoluta falta de valores éticos y morales de los grupos políticos que compiten en una sociedad civilizada y democrática como la nuestra, más allá de rezagos y atrasos existentes.

La actual contienda electoral en México, no tendría que aparecer como una película de terror para los mexicanos. Están en disputa muchos cargos de elección popular, no la vida de nadie, ni tampoco la viabilidad del País, que a pesar de las crisis recurrentes, resurge o sale a la superficie, ya no sabemos si por la inercia social o por la resistencia del pueblo.

No estamos en guerra, las campañas son jornadas de proselitismo de partidos y candidatos, sirven para dar a conocer su oferta política, no para arengar a los conflictos fraternos y al repudio de otros, que no comparten ideología, objetivos y visión del contexto social. Se pudiera decir, que un político desesperado, ambicioso y sin escrúpulos, es un factor de riesgo para la estabilidad y salud de una democracia, vista en una condición de fragilidad, como la mexicana.

Tenemos que aceptar, nuestra democracia está en proceso de consolidación, y que es tarea de todos mantenerla y seguir en su construcción. Esa es una labor que necesita de la acción, constancia y perseverancia de los ciudadanos, ajena a grupos y partidos políticos que en aras de alcanzar  y perpetuarse en el poder, han desvirtuado sus principios, distorsionado el sentido de la política, y que ahora en plena temporada electoral, quieren montar, a su conveniencia, escenarios de confrontación para conseguir simpatías y votos, o en otras palabras, servirse del  dolor humano y el drama social, para incitar al festín de los  lobos. Hasta la próxima.

Mayo 5 de 2021

*Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A.C.