Es saludable para la ciudadanía pensar cómo ser mejores personas y mejorar
el ambiente social de cada rincón geográfico de México. Hoy existen tres tipos
de problemáticas que se deben resolver con carácter de urgente: La violencia,
la desigualdad social y falta de desarrollo integral. Estas tres problemáticas que
se viven son palpables en todas las áreas de la existencia humana en nuestro
territorio nacional y veracruzano. La violencia continúa en algunos estados del
país, mucha gente no tiene que comer porque no está bien distribuida la
riqueza en el mundo, aunque haya alimento y comida para todos. Además,
existen muchas personas en México que viven en la pobreza.
Ante tales problemáticas se debe mantener la esperanza e inteligencia con el
propósito de buscar el camino correcto, para corregir lo que todavía tenga
arreglo. No debe prevalecer el desánimo ante el contexto tan difícil en que se
vive.
Hoy más que nunca es necesario permanecer unidos. Hay que vivir y tener la
esperanza para solucionar los problemas que se tienen hoy. Tener esperanza
no significa dejar que los demás lo hagan todo por y sin nosotros, sino estar
todos incluidos para buscar la mejor solución. Es un deber civil y religioso
participar en la búsqueda del bien común.
La esperanza cristiana además debe conducir a suplicar la ayuda de Dios,
pues él ofrece su sabiduría, para encontrar soluciones reales a toda la
problemática. Benedicto XVI, Papa Emérito, da una clara orientación para vivir
esta virtud ante todos los retos que hay que enfrentar y superar: “La esperanza
se relaciona prácticamente con la virtud de la paciencia, que no desfallece ni
siquiera ante el fracaso aparente, y con la humildad, que reconoce el misterio
de Dios y se fía de él incluso en la oscuridad. La fe nos muestra a Dios que nos
ha dado a su Hijo (Jn 3, 15) y así suscita en nosotros la firme certeza de que
realmente es verdad que Dios es amor. De este modo se transforma nuestra
impaciencia y nuestras dudas en la esperanza segura de que el mundo está en
manos de Dios”. Todo ser humano es, en cierta manera, colaborador con el
Creador mediante su trabajo diario y humilde.
Dejar actuar a Dios en nuestra vida nos ayuda a ver la realidad en toda su
amplitud y profundidad, para corregir el actuar humano que no hace bien a los
demás y a la naturaleza. La presencia de Dios en nuestras vidas y la unión con
los demás harán que encontremos los mejores caminos para solucionar todos
los problemas que lastiman al ser humano y el medio ambiente que es nuestra
casa común.
Pbro. Juan Beristain de los Santos
Director
Oficina Comunicación Social
Arquidiócesis de Xalapa