PIENSO, LUEGO ESCRIBO
Por Akiles Boy*
La generación de los cincuenta del siglo pasado, todavía guardamos el recuerdo de las celebraciones de la Independencia Nacional. En la provincia mexicana era día de fiesta, los Parques, Jardines o Plazas Públicas de los pueblos se vestían de los colores de la Bandera de México, una de las más bellas del mundo. El ambiente se inundaba de gritos de niños, que felices jugaban y disfrutaban la verbena popular, mientras de las bocinas ubicadas al frente del Palacio Municipal, salía la música que nos daba orgullo e identidad. No se olvidan aquellas ceremonias del Grito, del momento en que la multitud congregada, vitoreaba a los héroes que nos legaron la Patria Libre, como emulando el hecho de aquella madrugada del 16 de septiembre, en que Miguel Hidalgo convocó a la insurrección en Dolores, Guanajuato.
Pero la evolución es implacable y principal culpable de los cambios, y éstos marcan las épocas y a las personas. El mundo vive en constante transición, así lo percibimos, sin embargo, continua el misterio para la mayoría de ¿qué? o ¿Quiénes? mueven el planeta, y ¿cómo determinan la velocidad y la dirección?, como si pudiéramos compararlo con un vehículo.
Sin poder evitarlo, nos obligan a vivir en el presente, sin mirar atrás. La memoria, la mayor parte de las veces, solo la usamos para escribir o contar historias, esporádicamente y pocos la utilizan en la revisión del camino andado, en evaluar resultados y experiencias del pasado, con el propósito de corregir, y buscar y aplicar nuevas soluciones, que mejoren las condiciones para las personas y la vida en general.
Instalados en los afanes del progreso a cualquier precio, nos hicimos desinteresados del pasado y nos convertimos en delirantes seguidores del presente y ahora la inmediatez, puesta a nuestra disposición por el desarrollo tecnológico y los sistemas digitales, que nos causan asombro, pero también nos generan incertidumbre, miedo y hasta psicosis o problemas de adaptación a las realidades virtuales mostradas en una pantalla.
Por inercia o costumbre traemos la expresión “Los tiempos pasados fueron mejores”, “Antes éramos felices”. Estas alocuciones tienen su explicación o fondo. Algunos estudios indican, que cuando los seres humanos entramos en periodos de nostalgia y también en la idealización del pasado, somos más empáticos, sociables y generosos. Es posible que en la memoria tengamos un filtro que descarte las vivencias negativas y deje solamente las positivas. Eso pudiera ser convincente si aplicáramos esta teoría en el tema de la celebración del “Grito de Independencia” en nuestro País.
Pero si en algo se tiene claridad, es que en aquellos tiempos de los sesentas y setentas del siglo XX, en México había estabilidad política y social. En las Fiestas Patrias, se percibía la alegría del pueblo, que un ambiente de paz y fraternidad festejaba el Día de la Independencia Nacional, exaltando su mexicanidad, su poderosa cultura y su gran fortaleza espiritual. Hoy, a casi cincuenta años, vemos una sociedad polarizada, y no por la pandemia que nos obligó a aislarnos, sino por cuestiones ideológicas y políticas, reflejadas en la lucha mediática que libran grupos partidarios y opositores al Gobierno. Y por otro lado, un pueblo atrapado en la inseguridad, que se volvió cotidiana, ante una Autoridad que fue rebasada por los grupos de la delincuencia organizada y del narcotráfico. Precisamente, esa es la evolución o mejor dicho involución inesperada y no deseable, que nos hace añorar mejores tiempos, y pone la alerta sobre los riesgos del actual nivel de descomposición social y política. Hoy se siente un México más vulnerable. Hasta la próxima.
Septiembre 15 de 2021
*Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A.C.