CAMALEON
Hace algunas décadas hubiéramos calificado de kafkiana cualquier versión referida a un virulento acrecentamiento de la violencia en México, pero ya ubicados en nuestra realidad lamentablemente debemos aceptar que en este país la vida cotidiana está seriamente lesionada por la delincuencia, y las noticias sobre masacres son igual a moneda corriente. Por si no bastara ese macabro escenario, la frecuencia con la que se produce lo califica en la “normalidad”, como un denominador común de nuestra diaria convivencia. A la par de ese dramático acontecer las exigencias al gobierno para que intervenga parecen caer en el vacío, nada extraño porque la pasividad gubernamental se encuentra entre las causas que dieron origen al México violento de nuestros días. Pero incurriríamos en actitud errónea si atribuimos indolencia en el gobierno encabezado por Claudia Sheinbaum cuando ni siquiera cumple un mes de actuación, al contrario, sus planteamientos respecto a la seguridad pública no guardan semejanza con los de su antecesor y alientan esperanzas, invitan a la vez a concederle el beneficio de la duda, aunque de alguna manera debe apresurarse a actuar para detener la sangría que representan los más de mil homicidios en lo que va de octubre, su primer mes de gobierno. El país está inmerso en un baño de sangre, en un rojizo coctel donde las desapariciones, el secuestro, los homicidios y la extorsión forman la rutina de nuestros días. Por temor y cansancio social las exigencias hacia el gobierno aumentan, los “abrazos y no balazos” mecanizados durante los seis años de la administración anterior acrecentaron la beligerancia del crimen organizado y ya es la hora de actuar si queremos un mando encabezado por autoridades electas popularmente y no impuestas por el calibre de las armas.
La realidad nos exhibe su rostro de insoslayable violencia, pero, ¿Cómo enfrentar a la delincuencia con autoridades como Rubén Rocha Montoya en Sinaloa, Evelyn Salgado en Guerrero, o Cuitláhuac García en Veracruz? En la manera de resolverlo se nota una gran diferencia entre el ejercicio del poder de cuando imperaba la hegemonía priista y en la era monopólica de MORENA: Por mucho menos de lo que acontece en Sinaloa, y aun sí solo existiera una leve insinuación de un gobernador involucrado en acciones fuera de la ley, en el régimen de antaño Rocha Montoya ya hubiera sido destituido de su cargo por “motivos de salud”, sin embargo permanece en el centro del conflicto pese a no contar con calidad moral para mediar en el conflicto entre bandas, y porque, además, es parte del problema. En Guerrero, la lista de sus gobernadores es rica en ejecutivos locales depuestos a causa de incidentes sangrientos, sin embargo, Evelyn Salgado, una figura decorativa en esa entidad, sigue “gobernando” la tragedia política y social que atenaza a esa entidad sureña. Sobre Cuitláhuac García ya no hay mucho por decir, pero está a punto de entregar a Rocío Nahle una papa caliente porque durante seis años desatendió la problemática socioeconómica de la entidad, ofrece como resultado una infraestructura carretera de las peores del país; el campo luce abandonado y la actividad agropecuaria camina por inercia, huérfana de apoyo oficial; Veracruz es uno de los principales expulsores de migrantes en el país; la interlocución política con la oposición no existe; no pudo o no quiso y fue omiso en evitar el abuso de los propietarios de grúas permitiéndoles operar el robo en despoblado que ha sufrido la población veracruzana de 2018 a la fecha; tampoco pudo controlar la descocada actividad de quien fuera por casi cinco años su secretario de gobierno, dejándolo actuar libremente en busca de un sueño imposible; y en materia de inseguridad, seis cárteles de la delincuencia (cuya operatividad fue reconocida oficialmente) retozan en territorio veracruzano. Un elevado índice de feminicidios marca a esta administración, forma parte del pesado expediente que Cuitláhuac hereda a su sucesora, y con esas asignaturas a cuestas declara que se siente “excelente”. Aunque usted no lo crea.