EL ABSURDO
Por Lenin Torres Antonio
Faustos impropios, en esencia nuestros. Era de día cuando la vi sonreír, bella, en palabras de anhelo, hermosa perfección. Su cuerpo daba sentido y referencia al concepto “bello”. Con sus ropas trataba en vano cubrir lo prohibido por la moral de todos los tiempos. Lentamente caminaba y su andar incitó la hambruna de placer que embriagaba mi ánimo, me provocó un decir, ¡qué tal!, que conectó nuestros espíritus en una consonancia infinita, un estar dos en un solo ser.
Cuando logré sentirme, me salió un silbar sin intención, y mi alma sufrió una experiencia mística. Me atormenté como un vulgar dictador, en querer ser absoluto en su posesión, cortejo natural, me obsesioné tocando su piel y sus cabellos que se desprendían como cascadas sagradas. De repente salí a su paso y le pedí ser su sombra, su idea perdida.
Panu-
¡Mujer! Abre paso a mi voz en tu entendimiento. Soy la luz que una vez soñaste, luminosidad que ansiabas para tus viajes por los infiernos del pensamiento.
Cósima-
¡Hombre! Me llamo Cósima. He oído de ti en la historia terrenal. Al reconocer la supremacía del verbo te obsequio sin pretexto mi fe.
Panu-
Cósima. Mi nombre es Panu. El diálogo contigo sucumbe mi libertad y me hace preso de tu crónica. Soy un pecador, un mercenario que trafica con una nueva lógica y traiciona al mundo al hablar-TE. Cósima, la fragancia de tu sabiduría me hace recordar que la preñez de mi ser está congelada, estancada en la duda y en las ansias por conocer lo claro y distinto, la luz. Creo poder robar-TE la gracia y darte un regalo inmoral. ¡Mi vida!
Cósima-
Gran insatisfacción te causa la vida, ¿Acaso no has podido prever las categorías del ser? En oriente miraron la verdad por una rendija y no se atrevieron a aprenderla. En occidente se atrevieron y exploraron las veredas de la razón y se hicieron inmorales. Con miel en los labios te invito a revolcar tu sangre con la tierra, a conjugar infinitamente tus ideas y ser lo último en morir al ocaso.
Panu-
Acepto tu invitación. ¿Sabes? Me aventuré a pensar que tus pensamientos no lograban ni siquiera definir lo establecido. Pero he de reconocer que se extienden más allá de lo dado y retan la costumbre.
Cósima-
Al salir a remojar la lengua a donde el agua está petrificada, es igual que luchar con madera contra el muro de pasiones que envuelven a la humanidad, es aguantar el deseo de ser “lo otro”, es la muerte del águila azteca.
Querida, debo confesarte que soy un leño que fue cortado del árbol de la vida, después fue tirado al olvido sin que supiera que formaba parte de la gran explosión que dio realeza al universo. Soy cómplice del crimen de lo humanamente humano, del asesinato del valle.
Cuando vi rodar tus lágrimas por tus mejillas me di cuenta que eras la parte cierta que la filosofía andaba buscando para terminar el rompecabezas de la realidad.
Cósima-
Acepta a hablar por el sólo placer de hablar, sin temas ni reglas, sin principio ni fin.
Cósima-
¡Formidable propuesta! Acepto con gusto, pues representas al responsable del destino del punto. ¿Eres el estallido de la certeza?
Panu-
Me asusta saber que puedo descubrir todo el mundo con el simple observar del canto de una cigarra.
¡Tienta mi piel!, es hierba viva que siente tu calor, perdón, quise decir tu color.
Mi vista me lleva a regatear por el alto precio de lo sagrado, ¡Tu cuerpo!, tu real persona.
Debes entender que la muerte es pasar en oración a la inmortalidad del acto puro de la acción de un dios mortal. Excelente oportunidad de los mortales asemejarse a su crea-d-o-ere.
Panu-
¡Mira! Mis ojos ya no lloran, el corazón tomó el sitio de la posguerra, la guerra entre el bien y el mal ha concluido.
Un antiguo malestar aparece. El Gallo, símbolo de la resurrección, habla.
Gallo-
Si le dijese que la realidad es la acción del escape de un gato por la ventana. Que la erudición del intelectual se consume con el sólo concepto “fuego”. Que toda idea genial es simplemente las plumas de un buitre. ¿Qué dirían? No me contesten. Mejor les propongo un juego que se llama “el absurdo”. Se juega de la siguiente forma. Cuando se les pregunte por la definición de una palabra, ustedes lo harán definiéndola de la forma más “absurda”, in-convencional, y así cada quien brotará como flores incoloras en plenas primaveras invernales.
Empiezo,
Gallo- Libro?
Panu-
Deleite de una monja puliendo un piso. ¿Rojo?
Cósima-
Ensueño de un cajón. ¿Ratón?
Gallo-
Saber de zorro, quietud bendita. ¿Locura?
Panu-
Suelto el aliento, sello la razón y cuando la tentación instigue, reacciono por deber al músculo. Ese comportamiento es la verdadera realización de nuestra evolución psíquica, es la transformación de los siervos en amos, es volverse poesía orgánica. En ese estado balbucean los límites de la verdad. Por cierto, ¿Verdad?
Cósima-
En una ocasión me introduje en mi misma, pasó una hora, un minuto, se enlazaron los meses con los años, me divertía tocando el polvo celestial, mirando algo escrito en una pizarra pueblerina; acostándome sin sentir la cama, prendiendo la estufa con sólo pronunciar, deambulando por las calles de las grandes ciudades, pervirtiéndome con carnes ajenas. Sentía el mundo a mis pies.
¡OH!, ese mundo que creía poseer se disolvió al despertarme, al topar con las paredes de mi cuarto. Mi casa comenzó a despedir olores fétidos, y la llamada verdad quedó atrapada en una telaraña, la in-feliz araña que se la comió murió por demasiada existencia. Por un momento me quedé asilada, inerte, muerta de miedo. ¿Moral?
Gallo-
Deseo agregar una parte que hemos olvidado del juego. Ustedes no me han preguntado cuándo se gana o se pierde en éste juego. Pierde aquel que defina con precisión “científica”, y la imperturbabilidad del eclipse en su advenimiento natural es la señal del triunfo. El premio es la conformidad del espíritu con su lucha contra el tiempo.
¿Moral? Extasiado me asolaron remolinos de jubilosos colores. La selva devoró mi quijada. La aldea donde dejé caer mis impresiones era la ciudad de dios, ahí se fabricaban las reglas morales que después serían enviadas a los hombres para que se conduzcan con “honestidad”, para que no se maten unos a otros, una de ellas se encontraba escrita a la entrada de la ciudad, ¡ama a tu prójimo como a ti mismo!, o sea, ser el otro. De pronto, me quedé pasmado ante el estupor de un grillo reteniendo el aire me escuchaba. Al alejarse, dijo, “aquí no hay lugar para la rebelión del relámpago.”
Antes que el gallo continuara con la siguiente pregunta, Panu, interrumpió nerviosamente.
Panu-
Se me fue el aliento, mis manos me quieren ahorcar, quiero salvar a mi madre de la soledad y contribuir a la paz de la humanidad. El juego en que nos introdujo el Sr. Gallo es diabólico, pervierte el lenguaje y nos hace perder el “orden” y la “racionalidad”. El mundo es más simple que el signo.
Todos los ruidos, pláticas, chillidos, perdieron dialéctica. El silencio comenzó a poner orden a la insolente contingencia. La niña muda sacó su pañuelo y secó sus oídos de las blasfemias que había presenciado. La benevolencia del supremo salvó las almas de los protagonistas, ellos, nosotros, y guio sus lenguas hacia la religión infiel.
Se dejó escuchar una canción popular:
…amarías a tu ser…
…amamantarías al hombre toda tu vida…
…aquí la tierra clama justicia……
aquí el cuerpo clama castigo…
Leave a Comment
You must be logged in to post a comment.