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Rébsamen, ariete de la reforma educativa (siglo XIX).

Por Jorge E. Lara de la Fraga.

ESPACIO CIUDADANO.

 (Segunda y última parte)

 

Por Jorge E. Lara de la Fraga.

 

Una precisión necesaria: La Benemérita Escuela Normal Veracruzana no es la primera institución formadora de docentes establecida en el país en el siglo XIX, pues en otros recintos de la República ya operaban planteles de tal tipo, todos ellos bajo cánones lancasterianos tradicionalistas. Al ser instaurada la Escuela Normal Veracruzana en el estado de Veracruz (en Xalapa) se inaugura una nueva era y tal colegio rebsameniano se convierte en el faro pedagógico nacional, en razón de su desempeño institucional mediante planes, programas y procedimientos novedosos, sustentados en las teorías y aportaciones de ilustres educadores, intelectuales y filósofos europeos. Con esas vivencias de diseño académico y la visión futurista del pedagogo suizo, el “modelo normalista Veracruz” irradió hacia varios estados de la República. En alguna de esas entidades, como Jalisco, Guanajuato, y Oaxaca, el mismo Rébsamen se encargó de la planeación y organización de la educación primaria y normal, con el consabido éxito y el beneplácito de las autoridades correspondientes.

Merece destacarse la infuencia de Enrique C. Rébsamen a través de sus escritos, comentarios y artículos educativos, los cuales fueron publicados y difundidos en toda la República por la revista pedagógica “México Intelectual”, producto ésta del esfuerzo y de la entrega del educador europeo y de los maestros Emilio Fuentes y Betancourt y Hugo Topf. En esa publicación, que era bien aceptada por los profesores en servicio y por los estudiosos del campo educacional, Rébsamen insertó ensayos, comentarios, planes, proyectos, textos didácticos, sistemas de organización y lineamientos técnico-administrativos para los planteles diversos. Está por demás decir que ese material fue “oro molido” para ese profesorado en servicio de fi­nales del siglo XIX, que se debatía en medio de la pobreza y el desamparo, laborando en ruinosos inmuebles, sin capacitación didáctica y con la prevalencia arcaica de la memorización, la metodología obsoleta, la información incomprensible, el poco respaldo so­cial y los bajos salarios para el sector docente.

Rébsamen participó en los Congresos Nacionales de Instrucción Pública en 1889 y en 1890, fungiendo Justo Sierra como Presidente de dichos eventos y él como Vicepresidente. En esos escenarios el educador suizo aportó elementos muy importantes relacionados con la organización y el funcionamiento de las escuelas. Para Rébsamen la educación resultaba indispensable en la consolidación de la unidad nacional, la cual no será posible –remarcaba– sin antes instruir al pueblo. Había que liberarlo mediante la instrucción para que existieran las bases para una unidad intelectual y moral de todos los connacionales. Así mismo expresaba que su misión y compromiso era otorgarle a la enseñanza un carácter científi­co y eliminar el empirismo pedagógico. Sus palabras rati­fican lo anterior: “ Lo que caracteriza a la escuela normal es la aplicación teórico-práctica de la doctrina para formar hombres y para formar ciudadanos, y esa doctrina como tal, debe ser cientí­fica y debe ser práctica…” En septiembre de 1901 el Presidente de la República, el Gral. Porfi­rio Díaz, crea la Dirección General de la Enseñanza Normal y determina que sea Enrique C. Rébsamen quien se responsabilice de esa institución, en razón de sus conocimientos y experiencias educativas. De esta manera es como el inquieto oriundo del Cantón de Turgovia se encamina hacia un nuevo compromiso profesional, ya con ciertos achaques físicos que lo acosaban en su febril peregrinar. Optimista y enjundioso nombra a su ex alumno, el maestro Leopoldo Kiel como su secretario y acomete un ambicioso plan de trabajo.

En dos años de vibrante actividad desarrolla cursos de metodología general y dicta conferencias sobre tópicos culturales y pedagógicos, además visita planteles y dialoga con los profesores sobre los problemas que confrontan. Entre las realizaciones de su gestión están: establecimiento de normas para la enseñanza primaria superior, instauración de un nuevo plan de estudios en la normal de varones de México, elaboración de reglamento para los planteles del nivel básico y normal, confi­guración de lineamientos para las primarias anexas, disposiciones para los exámenes o evaluación en las escuelas formadoras de docentes, establecimiento de un servicio de inspección médica para las escuelas normales, diseño de un proyecto para un plan integral de mejoramiento normalista y publicación de diversos textos sobre orientación técnica para la enseñanza.

El educador célebre deja para la posteridad su excelente método de lecto-escritura, basado en el fonetismo y en la marcha analítico-sintética, mismo que estuvo en circulación desde 1886 hasta los años cincuenta del siglo XX y permitió que muchos mexicanos aprendieran a leer y asomarse a nuevos horizontes existenciales. Ese singular texto escolar fue publicado (primera versión) el primero de diciembre de 1889 y después hubo reiteradas impresiones (862 ediciones y aproximadamente 5 millones de ejemplares) para atender la demanda nacional. Todavía yo como alumno del primer grado, allá por los años 1948 y 1949, tuve la oportunidad de enfrentarme con optimismo y gusto a esos emblemáticos gráfi­cos, a las palabras claves o generadoras, a las sílabas derivadas y a la conformación de nuevos términos, en una dinámica simultánea de lectura y escritura. Todo, por desgracia, llega a su fi­n y ese hombre emprendedor, audaz y visionario de Kreuzlingen, Suiza “que fue grande como maestro, grande como escritor, grande como reformador de las estructuras educativas y grande por su identi­ficación afectiva hacia nuestro país”, muere a consecuencia de una meningitis aguda el 8 de abril de 1904, cuando tenía apenas 47 años de edad. A la lejanía su augusta ­figura se engrandece e indica con solemnidad a los docentes en servicio que deben imprimirle emoción a su trabajo cotidiano, enseñar con vigor, claridad y precisión y laborar incesantemente a favor de su propio perfeccionamiento profesional.

 

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Atentamente

Profr. Jorge E. Lara de la Fraga

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