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La palabra empeñada

Por: Luis Humberto Muñoz Vazquez

Panoramas de Reflexión

La palabra empeñada.

Todo parece indicar que actualmente los valores morales se están perdiendo entre nosotros; aquellos que pertenecen a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia; aquellos que no pertenecen al campo de los sentidos, por ser de la apreciación del entendimiento o de la conciencia; aquellos que no conciernen al orden jurídico, sino al fuero interno o al respeto humano. Y por último, aquellos que por nosotros mismos generan obligación de hacerlos, de aplicarlos por el bien de nuestra propia conciencia,

Ya no quedan muchas personas como las de antaño, que se veían en la obligación moral de exponer sus razones o de cumplir cabalmente con los compromisos adquiridos, cuando se encontraban en situaciones que pudieran comprometer su palabra. Esa educación moral trasmitida de generación en generación que forjaba hombres y mujeres cabales, comprometidos verdaderamente con la palabra empeñada, su palabra, se ha venido perdiendo hasta nuestros días. Mi madre decía “A fuerza, ni los zapatos entran”, cuando sus empleadas ya no querían, o ya no podían, seguir trabajando con ella. Esto les decía para pedirles por favor que cuando ya no desearan trabajar más con ella, se tomaran la pequeña molestia de avisarle con siquiera uno o dos días de anticipación para dejar el trabajo, y no quedarse esperando por ellas a la hora de entrada. Lo mismo les pedía que le informaran si en realidad se comprometían a aceptar el trabajo que ella les ofrecía, cuando contrataba alguna empleada. Cuando nos comprometemos quizá de manera informal a desempeñar un trabajo o simplemente, a cumplir con un trato de palabra, éste debe cumplirse cabalmente; al menos así era antes. Ahora nos quedamos esperando porque la gente de hoy prefiere callar, o decirnos que “si”, muy formalmente, en lugar de exponer sus razones por las cuales no se compromete a nada. Quizá la educación moral en este aspecto se ha ido por el camino fácil. “Para qué avisar de lo que no me comprometo, o de lo que no pienso cumplir”. El que calla otorga y nosotros debemos asumir cuando alguien no cumple con lo pactado, que la otra persona no está dispuesta a desempeñar lo tratado. Así de fácil.

Todos los seres humanos merecemos un respeto, una atención, una distinción, que también todos demandamos de los demás. Es lo correcto. Y por lo mismo, todos estamos obligados a ofrecer el mismo respeto, la misma atención y también, la misma distinción a los demás. Los valores morales, esos que precisamente estamos perdiendo hoy, también forman parte de la actitud que estamos obligados a forjar como personas cultas, como personas adultas, responsables y cabales, si es que deseamos obtener los beneficios que nos brinda una actitud positiva. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.

Luis Humberto.

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