Columnistas

INTELIGENCIA ARTIFICIAL. ÉTICA Y MORAL

Por: José Antonio Medina Aguilar

PIENSO, LUEGO ESCRIBO

Por Akiles Boy*

Pensativo el Cardenal Alessandro Lombardi, caminaba nervioso en su despacho, ubicado en uno de los edificios del Vaticano. El Sumo Pontífice le había encomendado la tarea de revisar cualquier información relativa a los avances de la inteligencia artificial, uno de los tantos inventos del hombre, que estaba causando controversia y efectos inesperados en la humanidad, acentuados en este primer cuarto del siglo XXI.

Más allá de la disputa por las ventajas económicas, en la que se enfrentaban algunos emporios tecnológicos mundiales, interesaba la posición y reacción social, por las consecuencias presentes y las del futuro cercano en la vida de las personas. El uso generalizado y rápidamente expansivo de la IA, acarreó beneficios en algunas actividades productivas, como el de  acelerar o mejorar procesos, que antes llevaban mucho tiempo y no garantizaban la calidad de los resultados.

Los primeros avances significativos en la materia, iniciaron a partir de 1950 con las investigaciones de Alan Turing, el autor del  diseño de una máquina universal, que demostraba la viabilidad de un dispositivo físico, para desarrollar un eventual programa de computo. Después, en 1955, los científicos Herbert Simon, Allen Newell y Joseph Carl Shaw, lograron crear el primer lenguaje de programación orientado a la resolución de problemas. Pero fue hasta 1965, cuando es acuñada la expresión inteligencia artificial por John MacCarty, Marvin Minsk y Claude Shannon.         

La preocupación iba en aumento en la cúpula de la Iglesia católica. Su Eminencia Lomabardi, destinaba la jornada de trabajo a leer y examinar los impresos y la información que aparecía en las pantallas de los dispositivos electrónicos. La orden era hacer una cuidadosa revisión de cualquier texto narrativo o estudio de investigación, que arrojará nuevas noticias sobre el sensible y complejo tema.

Estados Unidos y China acaparaban la atención. El primero por su ventaja  en el desarrollo de la inteligencia artificial, que le garantizaba buenos dividendos en cualquier sector, especialmente en la producción y el comercio de bienes y servicios. La creciente rivalidad de las dos potencias y la pelea por los mercados, se habían convertido en un problema insalvable en algunos países, cuyos territorios era el botín en disputa.

Pero el mayor dilema que tenía la Jerarquía del Vaticano, tenía que ver con los riesgos que traía el uso de la IA para la humanidad, los cuales  paulatinamente se iban observando. Por un lado, la ausencia o poca claridad de su reglamentación o regulación, estaba ocasionando excesos o abusos de parte de los generadores o desarrolladores, dejando a las grandes mayorías el papel de simples receptores o consumidores, pues se daba por hecho que se conocían a la perfección sus necesidades y preferencias.

No faltaban los argumentos pesimistas que adelantan escenarios fatales,  como el desempleo derivado de la automatización de la  producción. Incluso en la creación periodística y literaria, se alertaba del plagio y la desaparición de los impresos y como tal también el libro. Un pronóstico semejante al que se divulgó, cuando se activó la migración de los sistemas analógicos a los digitales. En la música se decía que con el internet iba a decaer la producción y la demanda de las composiciones y creaciones musicales. Eso no había ocurrido, la música continuó viva y se suscitó una mayor audiencia a través de las plataformas.

El Cardenal Lombardi, al tiempo que respiraba profundo, tomó su taza con un humeante líquido color oscuro, salido del aromático grano que procedía de México. Buscó y encontró entre los documentos que tenía en su amplia mesa de trabajo, uno de los últimos boletines informativos emitidos por la Santa Sede, haciendo un llamado oportuno sobre el desarrollo y uso de la IA, apuntando en forma señalada los riesgos inminentes, en especial los éticos y morales. Esos valores humanos, podrían seguir en un proceso irreversible y dramático de degradación. El asunto de la feroz competencia por el mercado y la clientela entre los gigantes tecnológicos OpenIA de Estados Unidos, fabricante de ChatGPT y DeepSeek de China, la mayor potencia asiática, pertenecía al mundo de  los negocios y era ajeno a la Iglesia o ésta se asumía como otro espectador. Hasta la próxima.          

Febrero 6 de 2025

*Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A.C.

*Miembro de la Red de Escritores por el Arte y la Literatura, A.C.