Existen 5 tendencias globales que van a impactar a México de forma inmediata y que moldearán nuestro futuro por los próximos lustros.
La primera de ellas es el cambio climático. Cada vez con mayor frecuencia y dramatismo observamos la evidencia del daño que hemos hecho al planeta. De mantenerse, va a cambiarlo todo. El próximo gobierno deberá replantear el modelo económico y social. Revertir la carga sobre energías fósiles y sobre obras que devastan la ecología será una prioridad. Hay con qué. México posee amplias regiones bañadas con energía solar, vientos, costas. Ha faltado voluntad política. Pero el tiempo de las dudas se agotó.
La segunda es la irrupción de la inteligencia artificial. Vimos esta semana el potencial caos que puede generar un apagón digital.
Pasamos de la ficción novelesca —de Bill Clinton a Almudena Grandes—al temor fundado de la dependencia a un puñado de colosos empresariales que manejan la información, los datos personales, la logística, la innovación y la carrera tecnológica. En los albores de la revolución industrial surgió el Ludismo. Ned Ludd destruía las máquinas que destruían, a su vez, el empleo. Falló en ambas: ni se acabó la industria ni el empleo.
Una política pública de vanguardia debería aprovechar la inteligencia artificial para incorporarla como fuente de bienestar social. Puede ayudar a levantar un sistema de salud pública devastado. A combatir el crimen. A ofrecer mejores servicios públicos. Deberíamos fundar clusters de desarrollo de IA en cada corredor económico que ha propuesto la presidenta electa. Oponerse a esta tendencia es querer parar una ola con las manos. Al contrario: hay que subirse en ella.
La tercera tendencia es el fin del mundo unipolar. Al caer el muro de Berlín, Estados Unidos se convirtió en la superpotencia hegemónica. Ya no lo es. Volvemos a equilibrios, alianzas, acuerdos, con una potencia dominante pero ya no única. Regresamos a los conflictos armados y a las tensiones regionales. No se irán: al contrario. La política exterior demandará inteligencia y habilidad para insertarnos sobre una geopolítica crecientemente compleja.
La cuarta tendencia es la internacionalización del crimen. El poder de los cárteles y las mafias se extiende por todo el planeta. Se trafican sustancias y personas. Armas. Medicinas. Se ha generado una industria de la extorsión y el fraude. Sus tentáculos se enredan en el sistema financiero que lava billones de dólares. México tiene un problema: no es una potencia cuyo Estado pueda, si quisiera, someter a estas estructuras criminales. No es Japón, Rusia ni China. El Estado mexicano se ha vuelto un queso gruyere, que ha entregado parte del control territorial al crimen. Tenemos otro problema: nuestros vecinos y socios son adictos, pero lo niegan. Los culpables somos sólo nosotros. Vendrán tiempos de tensiones importantes.
La quinta tendencia será la resolución inmediata de si continuamos con la política de cerrarnos al mundo o buscamos una inserción inteligente.
No es un debate menor ni sólo nacional. Los beneficios de la globalización quedaron en pocas manos. Las democracias no dieron los rendimientos sociales que se esperaban. La representación política perdió sentido. Surgieron los populismos que exacerban la división y parten a la sociedad entre los perdedores —muchos— y los hasta entonces ganadores.
López Obrador tendió a cerrarse al mundo. Trump también. Gran Bretaña. Rusia está aislada. China está acosada y crea su red regional de influencia. Pero aquí debe imperar el realismo: dependemos de Norteamérica de manera aplastante. Tenemos que mantener abiertas las conexiones. ¿Cómo destaparlas, ampliarlas, y promover que tengan mayores beneficios sociales?
El gobierno de Claudia Sheinbaum tendrá que enfrentar —y probar— de manera rápida y contundente pruebas tempranas.
Plantear con éxito, convicción y hasta audacia una nueva política definirá su legado. Ya no puede, ni debe, continuar con lo que recibe. Tiene una ventaja: posee estudios. Conoce el mundo. Parte de su gabinete también.
Cada una de estas tendencias globales mueven estructuralmente al país.
Como todo movimiento potente, estas tendencias implican desafíos, pero también abren enormes posibilidades.
Veremos.
Pruebas tempranas
Por: Fernando Vázquez Rigada