Es mi pienso
Jesús J. Castañeda Nevárez
Cuál sería la reacción de los vecinos de cualquier barrio clase mediero de nuestro país, en el que un automovilista imprudente arrollara a una menor de edad y le ocasionara la muerte. Seguramente en cuestión de segundos habría mucha gente alrededor del vehículo y el cuerpo de la menor, para pasar de la sorpresa a la acción, tomando de la ropa al responsable y comenzar a jalonearlo, empujarlo y en cuanto el primero le atice el primer catorrazo, de inmediato todos se sumarían hasta desahogar el coraje y la frustración, aún con altas posibilidades de acabar con su vida. Son reacciones muy fuertes y riesgosas, pero en el momento difícilmente razonadas.
Algo así sucedió hace 2 meses en el poblado de Taxco, Gro., donde la menor de 8 años llamada Camila desapareció después de acudir a la casa de una amiguita a donde había sido invitada a una albercada con un inflable en el patio, de la cual nunca volvió a su casa.
Se dice que la madre de la niña acudió a recogerla, pero le dijeron que la niña nunca llegó, pero por los videos se supo que un hombre salió de esa vivienda cargando una bolsa negra de plástico y lo metió en la cajuela de un taxi.
Por los videos la policía localizó y detuvo al taxista quien confesó el paradero del cuerpo de la niña. Al día siguiente los vecinos acudieron al lugar de los hechos y sacaron a la mujer cómplice del homicidio y la golpearon salvajemente junto a dos de sus hijos, los cuales fueron subidos a una patrulla completamente ensangrentados, muriendo después la mujer y sus hijos quedando a disposición de las autoridades.
Se entiende la reacción de la gente y hasta se justifica, aunque se reconoce que no debiera suceder de esa manera en un país de leyes y de justicia.
Pero, lo que no se entiende y no se justifica, es la reacción de la gente ante la muerte, no de uno, sino de miles de niños enfermos de cáncer a quienes el gobierno de la 4t dejó sin sus tratamientos, así como los miles de niños que murieron porque los hospitales no tenían medicinas, jeringas, gasas, agujas, vendajes, material de sutura, etc., etc., y cien etcéteras más.
Fueron miles de personas las que fallecieron porque el sistema de salud fue afectado por un fuerte recorte presupuestal que ocasionó que miles de estudios de ultrasonido y análisis clínicos no pudieran realizarse, además de no poder dar mantenimiento a equipos e instalaciones, donde también varias muertes ocurrieron en los elevadores.
Al responsable directo de esos miles de muertes infantiles, de personas de la tercera edad y el de mujeres en el proceso de parto, a ese, mucha gente no lo culpa, incluso lo defiende y hasta se solidarizan con él porque éste tiene sus “otros datos” en donde se asume como la víctima.
Y no sólo le justifican, también se muestran con la intención de respaldarlo en el proceso electoral del próximo 2 de junio dándole su voto como premio, para que siga por la ruta de más muertes.
¿Cuál es entonces la diferencia entre el responsable de la muerte de una niña y el responsable de la muerte de miles, sí, de miles de niños muertos por el establecimiento de una absurda política de austeridad que mató primero a los pobres? Porka Miseria.