Columnistas

La experiencia de los discípulos de Emaús

Por Pbro. José Manuel Suazo Reyes

I DOMINGO DE PASCUA, CICLO B

Uno de los evangelios que escuchamos en este primer domingo de Pascua es el de los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35). Dos discípulos, luego de la muerte de Jesús, sumidos en la tristeza y el reclamo caminan hacia Emaús. A medida que se alejan de la comunidad aumenta su desánimo. Los discípulos van de Jerusalén a Emaus. Esa linea geográfica que van recorriendo va haciendo crecer una experiencia. Sin que lo identifiquen, Jesús se les hace compañero de viaje y empieza a dialogar con ellos. A un cierto punto del camino, Jesús empieza a revelárseles, ellos lo reconocen y regresan a la comunidad de Jerusalén.

Hay una experiencia de descubrimiento de Jesús resucitado. San Lucas nos cuenta el proceso que viven estos 2 discípulos para reconocer a Cristo resucitado. Leyendo este pasaje nos podemos hacer esta pregunta: ¿cómo podemos hoy hacer nuestra propia experiencia de encuentro-descubrimiento-reconocimiento de Cristo resucitado?

El texto bíblico nos ofrece algunas claves. Se puede hacer la experiencia de encuentro con Cristo Resucitado a través de LA PALABRA DE DIOS O LA SAGRADA ESCRITURA. A través de LA CARIDAD, O ACOGIDA DEL HERMANO NECESITADO. A través de LA EUCARISTÍA. San Lucas señala que al momento de partir el pan ellos lo reconocieron. Y por último a través de LA COMUNIDAD. Una vez que reconocen a Cristo resucitado los discípulos se regresan a Jerusalèn y se reencontraron con la comunidad. La fe cristiana es un regalo que hemos recibido, no lo hemos inventado nosotros. Es un tesoro que se nos ha compartido, es de toda la comunidad. Muchas

veces nuestras experiencias e intuiciones nos hacen apartarnos de la comunidad. La riqueza será más grande cuando celebramos y vivimos con la comunidad nuestra fe.

El pasaje de los discípulos de Emaús nos muestra también algunas conversiones que Jesús resucitado realiza en aquellos 2 discípulos: La conversión de la tristeza a la alegría, la conversión de la oscuridad a la luz de la fe y la conversión del individualismo a la vida comunitaria.

CONVERSIÓN DE LA TRISTEZA A LA ALEGRÍA. El evangelio nos muestra que aquellos dos discípulos, a medida que se alejan de Jerusalén van experimentando algunos sentimientos y comportamientos negativos como la discusión y la tristeza. Esta es la experiencia de quien permite que su fe pierda el sabor cuando deja de frecuentar su comunidad de fe y de alimentarse con lo que le da sentido a su vida. Entre más lejos está uno de su comunidad menos oportunidades tiene para crecer y para vivir. Es necesario dejarse acompañar por Dios como les sucede a estos dos discípulos para recuperar la alegría de la salvación. Los mismos discípulos de Emaús explican el motivo que les devuelve la alegría: con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las escrituras. El encuentro con Dios por medio de su Palabra y de la Oración nos devuelve la alegría de la salvación.

CONVERSIÓN DE LA OSCURIDAD A LA LUZ DE LA FE. Cuando Jesús hace hablar a aquellos discípulos, ellos expresan el origen de esta experiencia negativa. Han sido

sus expectativas sobre Jesús las que los han hundido en esta lejanía y tristeza profunda. Ellos han dado más crédito a lo que esperaban que a los signos que han visto y oído como el sepulcro vacío y el testimonio de quienes vieron al resucitado. Han sido duros de corazón para creer lo que predecían las Escrituras; de ahí que Jesús tuvo que explicárselas nuevamente.

Para pasar de la oscuridad a la luz de la fe es necesario escuchar la Palabra de Dios que nos revela el plan de salvación. La Palabra de Dios es una lámpara en nuestro camino; ella nos ayuda a entender muchos acontecimientos como el hecho de que la Pasión de Jesús era necesaria para llegar a la gloria de la Resurrección.

CONVERSIÓN DEL INDIVIDUALISMO A LA VIDA COMUNITARIA. Aquellos discípulos que se encaminaban a Emaús viven los efectos del aislamiento, una tentación que está en todos los corazones. Nos cuesta trabajo caminar con los demás porque eso requiere de paciencia, caridad, tolerancia y respeto entre otras virtudes. Es más fácil apartarse de la comunidad aludiendo a nuestras expectativas para hacer las cosas de forma individual. Es esto lo que van viviendo aquellos dos discípulos. Pero nuevamente una vez que reconocen a Cristo Resucitado ellos toman la decisión de regresar a Jerusalén donde estaban los once reunidos con sus compañeros. Ellos se convierten ahora en misioneros pues anuncian a los demás su experiencia de resucitado.

Con la ayuda de la Palabra de Dios, la vivencia de la caridad y la sagrada Eucaristía se hace experiencia de Cristo Resucitado.