Entre Columnas
Usted es libre para hacer sus elecciones pero es prisionero de las consecuencias.
Pablo Neruda
En este 2024, año de elecciones y nuevos gobiernos. Tiempos de profusa y difusa construcción de supuestas propuestas que “se acerquen” a los sectores sociales, a ciudadanos, a la clientela electoral que, en un alto porcentaje, pasa de largo silenciosa, indiferente cuando menos y en muchas ocasiones gruñendo contra lo que le parece la reedición de lo mismo de siempre, en cualquier grupo o sentido que mire.
Se consolidan los andares de las y los aspirantes de los dos bloques en competencia nacional (de haber un tercer participante, sería claramente el designado para el trabajo sucio del equipo en el gobierno). Sus líneas son claramente diferenciables en sus colores, con diferencia de matices en sus esfuerzos de enfoque para “comunicar” u “operar”, pero para muchos de los escuchas, ambos son la reedición de los viejos usos, en uno más que en otro, pero al fin la repetición de momentos ya vistos, de palabras que no plantean realmente opciones frente a lo que se vive. Tal vez por ello sea difícil que logren el respeto, la compañía de más votantes, salvo el de aquellos que ya están “comprometidos”.
En este año 2024, se definirá más que resultados electorales. En todas las elecciones se harán fuertemente presentes los sentires, las emociones, las valoraciones. Desde el oficialismo se impondrán los viejos y descarnados comportamientos que se creían rebasados y que pretenden la continuidad de la desvergüenza institucional como sello de su nueva e indiscutible verdad política. A contramano, observamos la cortedad de una oposición que requiere mucho más que una candidata disruptiva; se necesita más imaginación para llamar al acompañamiento y provocar las emociones ciudadanas que sin duda están más allá de los partidos que le pintan sus colores.
Para la elección de Estado de la que estamos siendo testigos, la oposición institucional, o sea, los partidos del Frente, tienen que desplegar todas sus capacidades, todos sus recursos financieros, humanos y materiales, toda su fuerza de convencimiento y convocatoria para la incorporación de una ciudadanía harta de los momentos y comportamientos presentes y que es realmente existente, porque el gobierno apoya abiertamente a su candidata y a sus candidatos locales con todo el aparato del estado.
Frente al “arroz cocido” que nos ofrece la elección de Estado, al manoseo presidencial de la ley electoral y la intromisión cínica de los gobiernos estatales, señalados por hechos incuestionables de ignorancia, corrupción, dolo y resentimiento, la oposición debe estar a la altura de unas elecciones donde la perspectiva oficial dice tener una certidumbre absoluta. Será un proceso electoral oficial descarnado, con la aplicación de recursos presupuestales fuera de la ley, donde la desvergüenza campeará de la mano de poderes fácticos de todo tipo.
En Veracruz, el debate estará ubicado, además de los errores del ejercicio público nacional, en las evidencias de la terrible cotidianeidad de vida de las y los veracruzanos y en una candidata sin arraigo real aunque legalmente habilitada siendo zacatecana, contra una propuesta opositora que debe mostrarse seria y responsable de cara a la banalidad y la ineptitud. Frente a la petulante ignorancia debe proponerse capacidad y empatía; ante la intolerancia y la arbitrariedad, defender compromisos de respeto y legalidad; frente a los rencores y los divisionismos, establecer llamados a la unidad y a la reconciliación en la pluralidad por un Veracruz mejor para todos.
El 2024 inicia y con él, momentos que definen los rumbos de un país, de un estado como el nuestro, donde a pesar de los problemas que nos agobian, le apostamos a ver la fuerza de capacidades ciudadanas, que más allá de las preferencias de signo o color, obliguen a las clases políticas todas, a estar a la altura de nuestras difíciles condiciones y que la discusión política que está y vendrá más acentuadamente, transite por caminos que nos den la oportunidad de superar las preocupaciones que ya ahora ensombrecen la jornada de junio.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Los gobernantes que intervienen en las elecciones cometen un delito. Cumplir la ley es su obligación no un acto de buena fe.
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