ALMA GRANDE
En México el horario laboral debe tomarse en cuenta desde el momento en que el trabajador sale de su casa. Es un tiempo que debe tomarse en cuenta como parte de la productividad porque de la calidad del transporte público o de los conductores depende la disposición de los asalariados a la hora de emprender su jornada laboral.
Por otra parte, las empresas deben destinar una parte de sus ganancias a lo que invierten los trabajadores en transporte. Porque no sólo hay quienes deben tomar hasta cuatro transportes sino que en cada uno de ellos debe pagarse por un mal servicio.
Todavía hay una gran cantidad de accidentes precisamente porque los choferes de las rutas de transporte púbicos están drogados para poder mantener el ritmo de trabajo que les imponen sus patrones con horarios mayores y trayectos más largos cada día. No descansan lo suficiente, no conviven con su familia, no comen bien y así quieren los empresarios que haya rendimiento, como si tuvieran las necesidades vitales cubiertas y satisfechas.
La migración fluctuante entre el Estado de México y la CDMX arroja trayectos de ida y vuelta de cuatro horas, que deben negociarse con equilibrio. Así como sucede en esta parte hay centros laborales a los que asisten trabajadores muchas veces de municipio a municipio, y ahora tratan de regatear horas de trabajo como si en ello fuera posible aumentar la productividad de personas que están cansadas y carecen de estímulos para impulsar el progreso de una empresa cuyos propietarios no les permiten sentir como propia sino que los alejan de su aprecio hacia el trabajo exigiéndoles trabajar más en 48 horas a la semana.
El tiempo de ese trayecto les es indiferente a los empresarios que creen que trabajando 40 horas su productividad baja. En lo que deben preocuparse es abriendo caminos al mercado de sus productos y no hacer un cuello de botella en la producción cercando a los trabajadores con el horario y castigándolos con bajos salarios.
Por otra parte, los sindicatos quedaron rebasados ante la política económica del actual gobierno, que negoció mayores porcentajes para el salario mínimo que en sexenios anteriores. Los sindicatos aceptaban en el pasado aumentos del 3 y 4 por ciento, que ni siquiera cubrían el porcentaje de inflación que padecía la economía.
El resto de las prestaciones laborales no forman parte de los objetivos de los líderes sindicales que sólo sirven para vender plazas y recibir dinero de los empresarios para calmar las inquietudes de los obreros. Poco a poco los sindicatos en México se volvieron blancos, al servicio de las necesidades del patrón y no de las urgencias de los trabajadores, dejándolos en el desamparo.
Ahora, ante la necesidad de una voz firme que represente a los trabajadores, los líderes sindicales son verdaderos desconocidos para los obreros y trabajadores del país, quienes sólo saben que deben pagar cuotas sindicales para enriquecimiento de los líderes.
Hay ciudades a las que los sindicatos las han desaparecido por tratar de ganar más que la propia empresa. Es el caso de Poza Rica, entidad a la que el sindicato de Pemex, pudo haber convertido en ciudad fantasma, de no ser por las diferentes actividades que surgieron de emergencia ante la pasividad de los líderes sindicales de la industria petrolera en esa región.
Hasta ahorita ningún pronunciamiento de líderes o sindicatos ha destacado ante el debate de la reducción de horas de trabajo a la semana. La discusión se centra entre legisladores de diferentes partidos, que han postergado el debate hasta el segundo mes del año próximo.
El debate sobre la semana de 40 horas laborales debió ser superado desde hace muchos años, por inhumano. Se trata de una imposición de quienes creen todavía que la producción se mide por las horas que están dentro de las instalaciones de la fábrica y no por tener un empleado contento, bien pagado y descansado.
El acuerdo adoptado por la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, el cual posterga la discusión sobre la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales, ha provocado inconformidad en la bancada de Morena y reclamos al coordinador, Ignacio Mier, por no utilizar el voto ponderado para lograr la aprobación.
La influencia de los empresarios en todas las actividades propias del estado, hizo mucho daño, prueba de ello es que, en México, no haya semana de 40 horas, a pesar de que según la OCDE es de los países que porcentualmente obtiene más ganancias comparadas con lo que reciben sus trabajadores.
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