La controvertida figura del ex presidente Donald Trump ha vuelto a ser el centro de atención tras sus recientes declaraciones en las que insinúa la posibilidad de abusar de su poder y establecer una especie de dictadura durante el primer día de su eventual regreso a la Casa Blanca en 2024. Estas declaraciones han desencadenado fuertes reacciones, generando protestas entre sus contrincantes demócratas, alarma entre quienes consideran que representa una amenaza a la democracia y, a la vez, parecen alimentar el entusiasmo de sus seguidores.
Durante una entrevista en Fox News, el presentador Sean Hannity cuestionó a Trump sobre si estaba garantizando al país que no abusaría del poder contra otros, a lo que el ex presidente respondió de manera sarcástica: “Excepto el primer día”. Ante la insistencia de Hannity, Trump añadió que tiene la intención de cerrar la frontera y abordar cuestiones relacionadas con la perforación de petróleo.
Expertos y comentaristas de diversos sectores han estado advirtiendo en las últimas semanas sobre las posibles consecuencias de un retorno de Trump al poder, sugiriendo que podría conducir a un régimen autoritario e incluso fascista. La ex diputada republicana Liz Cheney ha expresado su preocupación, afirmando que Estados Unidos se encamina hacia la dictadura si Trump regresa en 2024.
Medios nacionales como The New York Times y The Washington Post han publicado extensos informes destacando las maneras en que Trump, en caso de ser reelegido, podría utilizar la presidencia para perseguir y encarcelar a críticos, tanto dentro como fuera del gobierno, incluyendo a periodistas. Estas amenazas, a menudo respaldadas por declaraciones falsas, han suscitado gran preocupación entre historiadores y expertos legales.
En este contexto, Trump ha aprovechado estas reacciones para alimentar su imagen de insurgente luchando contra las élites gobernantes para restaurar la grandeza de Estados Unidos. Su retórica neofascista ha incluido mensajes de venganza y expulsión de diferentes grupos, desde el denominado “Estado profundo” hasta comunistas y globalistas.
En un intento de deshumanizar a sus adversarios, Trump ha llegado al extremo de acusar al ex jefe del Estado Mayor general Mark Milley de traición, sugiriendo que debería ser ejecutado. Todo esto se suma a su estrategia electoral basada en el rechazo, donde Biden apuesta a la oposición de los votantes hacia Trump como una clave para su propia reelección.
El ex presidente enfrenta actualmente 91 cargos en cuatro casos criminales diferentes, algunos de los cuales están relacionados con intentos de socavar el proceso democrático. En medio de este panorama incierto, el debate sobre si Trump representa una amenaza real para la democracia estadounidense continúa siendo el foco de la discusión electoral.