El presidente Joe Biden y su equipo han argumentado públicamente a favor de nuevos fondos para comprar armas y equipo bélico para Ucrania e Israel, destacando la dependencia significativa de la economía estadounidense de la industria de la guerra. Biden ha enfatizado que el dinero gastado en armas beneficia directamente a la economía nacional al reabastecer las reservas y arsenales de Estados Unidos con equipo fabricado en el país. Este enfoque en la relación entre la guerra y el crecimiento económico se ha vuelto más explícito, incluso admitiendo que 60% de la asistencia militar a Ucrania ha fortalecido la base industrial de defensa de Estados Unidos.
Las principales contratistas militares, como Lockheed Martin, Raytheon, Boeing, General Dynamics y Northrop Grumman, dependen en gran medida del financiamiento del Pentágono. La relación simbiótica entre la guerra y la economía es un secreto a voces, pero el hecho de que la Casa Blanca destaque abiertamente la conexión entre la venta de armas y el impulso económico marca un nuevo nivel de franqueza. La solicitud de más de $100 mil millones en asistencia militar adicional para Ucrania e Israel subraya la prioridad estratégica y económica que se le da al complejo militar-industrial.
La dependencia continua del gasto militar en Estados Unidos ha generado críticas. Se señala que, a lo largo de 10 años, el gobierno destina aproximadamente $4 billones a contratistas militares, mientras que solo ha comprometido $370 mil millones en 10 años para abordar el cambio climático. Expertos advierten sobre el impacto desequilibrado en la economía y la sociedad estadounidenses, debilitando otras áreas críticas como infraestructura, salud, educación y preparación para emergencias.