Sandra Day O’Connor, la pionera jueza que hizo historia al convertirse en la primera mujer nombrada para la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, falleció a los 93 años en su hogar de Phoenix, Arizona. La noticia, anunciada oficialmente por el tribunal, reveló que O’Connor lidiaba con una forma avanzada de demencia, posiblemente Alzheimer, además de enfrentar problemas respiratorios.
Nacida el 26 de marzo de 1930 en El Paso, Texas, Sandra Day O’Connor creció en el rancho ganadero de sus padres en el sureste de Arizona. Su infancia en un entorno rural predominantemente masculino, donde aprendió a conducir a los siete años y participó en tareas vaqueras, moldeó su carácter y contribuyó a su desarrollo único.
Nombrada por el presidente Ronald Reagan en 1981, O’Connor inicialmente enfrentó críticas por su falta de experiencia judicial a nivel federal y las incertidumbres sobre su posición en temas controvertidos como el aborto. Sin embargo, durante sus casi 25 años en la Corte, se destacó como un elemento “basculante”, a menudo proporcionando el quinto voto necesario para formar mayorías más liberales en casos clave.
Su retiro en 2006 no disminuyó su impacto, ya que su legado continuó influenciando la jurisprudencia estadounidense. Su enfoque en la fuerza de sus argumentos, por encima de consideraciones de género, la convirtió en una figura trascendental. La noticia de su muerte marca el cierre de un capítulo significativo en la historia judicial de Estados Unidos y resalta la importancia de su contribución a la equidad de género en el ámbito legal.