Columnistas

12 de octubre de 1492

Por Rodolfo Chena Rivas

La historia real, a menudo, es más fascinante que la ficción. Colón no sabía que encontraría tierras “americanas” navegando hacia occidente. No hay duda que era un marino experimentado y tenaz, familiarizado con los escritos de Marco Polo y Ptolomeo, o de tipo geográfico como los de Piccolomini (1477), Alliaco (1480-83) y Toscanelli. Éste último ya había hipotetizado la posibilidad de llegar a las Indias atravesando el Atlántico (1474) e, inclusive, había hecho ciertos cálculos. Colón tenía la curiosidad de su profesión, pero era un hombre culturalmente medieval. Avanzado y atrasado a la vez, perseguía la ciudad o región de Cipango (Japón), en busca de oro y especias y, al parecer, veía con sentido religioso o mesiánico su destino. Zarpó el jueves 2 de agosto, del puerto de Palos, y en su famoso “Diario”anotó: “Partimos viernes 3 días de agosto de 1492 años, de la barra de Saltes, a las ocho horas”. De la desconfianza de su gente en la misión, da cuenta el intento de motín de 6-7 de octubre, pues no se divisaba tierra conforme a los cálculos de Colón, poco más de dos meses después de haber empezado. Hay quien apunta que tuvo que compartir su idea de nuevas tierras y riquezas, para evitar el fracaso. El jueves 11 de octubre escribe: “Los de la carabela Niña también vieron otras señales de tierra y un palillo cargado de escaramojos. Con estas señales respiraron y alegráronse todos.” Por fin, el viernes 12 de octubre llegaron a una isleta llamada Guanahaní (San Salvador), iguana en la lengua de los habitantes americanos isleños con quienes hicieron el primer contacto de registro histórico verídico: “…me pareció que era gente muy pobre de todo…andan todos desnudos … todos mancebos…muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras…y son de la color de los canarios, ni negros ni blancos…no traen armas ni las conocen … son de buena estatura de grandeza y buenos gestos.” Colón hizo cuatro viajes. Tuvo suerte, se dice, porque los primeros “indios” americanos (y no los “indios” asiáticos que buscaba) eran pacíficos. Después del 12 de octubre, no cesa de descubrir islas y dar nombres en lo que hoy conocemos como Las Bahamas: el 30 llega a Juana (Cuba), el 6 de diciembre llega a la Española (Haití). Tres viajes más le esperaban. Su regreso a Palos, el 15 de marzo de 1493, trajo una noticia portentosa, sin paralelos ni antecedentes, de efectos impensables: ¿Sabía Colón qué o quiénes eran los lugares y la gente que había descubierto y contactado? No. Sus conocimientos no eran suficientes. Afirma Edmundo O´Gorman en “La invención de América” (2006), que “descubrir” no es lo mismo que “inventar” o “concebir”: América no es un objeto “descubierto” o que se “deja” descubrir por intervención de la Providencia o de la Historia, mediante personas a quienes simplemente les “toca” el papel de descubridores al margen de que sepan lo que hacen. América -dice don Edmundo- es una invención del pensamiento occidental, que ingresa como realidad histórica desde que la errada idea colombina de haber descubierto las indias orientales de Asia se torna, más adelante y por la labor de otras personas, en el reconocimiento de que se está ante un nuevo e impensado continente. Para llegar a esta afirmación, O´Gorman revisa el nacimiento de la hipótesis que atribuye el descubrimiento de América a Colón, a través de las versiones de los historiadores más cercanos a la fecha del 12 de octubre de 1492: Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (Sumario de la natural historia de las Indias, 1526), Bartolomé de Las Casas (Historia de las Indias, 1527-1560), Francisco López de Gómara (Historia General de las Indias, 1552-1553), Antonio de Herrera y Tordesillas (Historia General de los hechos castellanos en las islas y Tierra Firme del Mar Océano, 1601); también toma perspectiva con la lectura de William Robertson (The History of America, 1777), Martín Fernández de Navarrete (Colección de los viajes  descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV, con varios documentos inéditos concernientes a la historia de la marina castellana de los establecimientos españoles en Indias, 1825-1837), Washington Irving (Life and Voyages of Columbus, 1828), Alexander Von Humboldt (Cosmos: essai d´une description physique du monde, 1866-1867). Colón llegó a las islas del continente americano, pero no sabe ni las concibe como parte de un nuevo continente; empero, su gesta se encadena con sucesos posteriores con los que se arribó a la realidad histórica de la concepción de “América” como “nuevo mundo”. Colón no sabe que llegó a América; no obstante, a partir de sus viajes se construye la idea de “América”, con base en la acción exploratoria y el pensamiento lógico de quienes le siguieron. O’Gorman recurre a una anécdota para hacer entendible sus afirmaciones: al concluir una conferencia donde expuso sus ideas, un asistente le cuestionó que, entonces, “no es posible que un hombre descubra por accidente un pedazo de oro”; a lo que contestó: “La respuesta se la dejo a usted mismo; pero antes reflexione un poco y advertirá que si este hombre no tiene una idea previa de ese metal que llamamos oro para poder, así, concederle al trozo de materia que encuentra accidentalmente el sentido que tiene esa idea, es absolutamente imposible que haga el descubrimiento que usted le atribuye. Y ése, añadí, es precisamente el caso de Colón”. Tesis ilustrativa, sin duda.