Los tiempos difíciles y complejos que estamos viendo exigen de todos y cada
uno de nosotros buscar una luz que nos permita encontrar el significado y el
horizonte correcto, para poder ser agentes transformadores de este tiempo
convulso que nos taca vivir y así lograr la vocación nacional que tenemos.
Necesitamos la luz profunda de la inteligencia y de la caridad para
comprometernos y mejorar como ciudadanos las condiciones complejas y
profundas de nuestra realidad nacional: el Estado de Derecho, la madurez de
nuestra vida democrática, el combate a la desigualdad social y económica, el
ejercicio pleno de nuestras libertades y del compromiso solidario para cumplir
con cada una de nuestras responsabilidades, con los demás y con la creación.
Hoy es tiempo para reconocer y afirmar nuestra propia dignidad de ciudadanos
con plenos derechos y obligaciones civiles. Es tiempo de dedicarnos a
reflexionar para tener la certeza de que somos ciudadanos de este tiempo y de
esta nación mexicana, para ser agentes de esta historia nacional y salvífica que
se nos ha concedido.
Los obispos mexicanos, en su documento episcopal llamado Del Encuentro con
Cristo a la solidaridad con todos, nos señalan dos metas que tenemos como
mexicanos: “La familia, el trabajo, la escuela y la universidad, los medios de
comunicación, las diversas organizaciones sociales, los partidos políticos y el
Gobierno, han de colaborar con el bien común y generar cultura. En estos
espacios tiene que fortalecer la cultura de la democracia”. (Número 371). El
bien común y generar una cultura de vida son tareas que nos pertenecen por
ser ciudadanos mexicanos. Es tarea de todos sin exclusión alguna. ¡Manos a la
obra!