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Vivo del PAN, pero soy del PRI

Por Alfredo Bielma Villanueva

La ingeniosa frase del encabezado fue el lema de un político de San Andrés Tuxtla actuante en la década de los años setenta del siglo pasado, la diseñó para promover su precandidatura por el PRI a la alcaldía de aquel municipio aprovechando su condición de propietario de una exitosa panadería; priista de hueso colorado no pudo realizar su añorado propósito, pese a todo nunca cambió de camiseta partidista. Lo anterior viene a cuento en tiempos en los cuales la diáspora partidista es una característica central de la actividad política mexicana, este es un periodos de acentuado columpio “ideológico”, cuando un político amanece priista, perredista o panista y anochece enfundado en camisetas del Verde, MC o de Morena. Por caso, ¿quién se hubiera imaginado a Alberto Silva Ramos llevando la contra al PRI el partido que le dio la oportunidad de destacar políticamente gracias al entonces divino soplo de su jefe Fidel Herrera? Silva Ramos ahora milita políticamente enfundado en las siglas del Verde Ecologista ¿será por vocación ambientalista? Nada importa, pues esa es una franquicia cuyo doble propósito consiste en servir de pasillo hacia una parcela de poder o disfrutar de las prerrogativas de ley. Pero, según la estrategia electoral que se implemente sirve para comisiones de mayor trascendencia, la dispersión del voto una de ellas.

Nada nuevo bajo el sol, por supuesto, porque el PRI, ese manantial inagotable de florituras diseñó variadas estrategias para conservar su hegemonía sin demérito de la contienda electoral; por esa metodología se crearon partidos satélites para atraer votantes inconformes con el gobierno evitando engrosaran las urnas realmente opositora del PAN, primero, y del PRD después. Esa condición de partido satélite la tienen actualmente el Verde Ecologista, el PT, y según se está develando, Movimiento Ciudadano. Nada para el asombro, finalmente son estrategias válidas, que aunque no engañan a todos logran captar votos opositores desviándolos de su blanco y amortiguando el golpe. Así lograba el PRI obtener el triunfo electoral en elecciones altamente competitivas, pues al dispersar el voto, pulverizándolo, obtenía la mayoría gracias a su voto duro. Con el cambio de circunstancias la correlación de fuerzas tuvo un corrimiento hacia Morena, el partido en el gobierno cuyo voto duro lo conforma en buena proporción aquel “voto verde”, ahora ex priista y, desde luego, quienes por muchos años fueron furibundos militantes priistas, hoy ya en la ruta final están plenamente convertidos al “morenismo” por obra y gracia de los programas sociales, y qué decir de la pensión para adultos mayores. Nada nuevo bajo el sol.