Uncategorized

Reelección de legisladores ¿y de presidente?

Por Alfredo Bielma Villanueva

En 1932 se instaló en la Constitución General el principio de la No reelección de legisladores, se trataba de la secuela devenida por el asesinato de Obregón en 1928 cuando celebraba con un grupo de seguidores su reciente elección para presidente de la república, gracias a que apenas un año antes se había reformado el texto constitucional para permitir la reelección presidencial. “Y a mí por qué”, se habrían preguntado los legisladores de aquel entonces, muchos de los cuales por su pertenencia a los grupos de poder habían realizado ya una larga carrera legislativa. Esa prescripción constitucional se mantuvo vigente hasta febrero de 2014 permitiendo la reelección de senadores por dos periodos consecutivos y de hasta cuatro en el caso de los diputados. Según su diseño, esa reforma tuvo el propósito de preparar legisladores de bien ganada experiencia y a la vez crear conciencia ciudadana relativa a la importancia de su participación en los asuntos político-electorales, poniendo especial interés en las propuestas de los candidatos cuyo perfil parezca lo más cercano a un auténtico representante de los intereses de la comunidad.

En 2014 bullía una acentuada inconformidad social en abierta confrontación con la muy percibida rapiña en el ámbito gubernamental (Veracruz era paradigmático), tal circunstancia fue caldo de cultivo propicio para ser aprovechado por los partidos opositores en la lógica de estimular ese enojo social. Para nadie era un secreto que la clase política, la gobernante y de oposición, no estaba comprometida (tampoco ahora) con los asuntos de interés social, porque no solo en teoría se deben a la ciudadanía. En los hechos deben lealtad al partido que los postuló y a quien los designó candidatos proporcionándoles la oportunidad para hacer campaña y obtener el triunfo. Es el caso de legisladores cuyo compromiso consiste en cumplirle a quien manda y tiene el poder de revalidar su actual condición (por eso Alito mantiene en su entorno a no pocos legisladores de su partido; de igual manera que el presidente goza de la fanática adhesión de sus bancadas), de quienes reciben las consignas que deberán acatar “al pie de la letra”. En un intento muy sofistico la reforma de 2014 se propuso combatir la partidocracia quitando a los partidos el monopolio de las candidaturas, se dio lugar a las candidaturas independientes para acabar con el círculo vicioso formado por la partidocracia y la clase política de ella surgida, como serpiente que se muerde la cola. Pero a la vez impuso condiciones muy difíciles de cumplir, lo cual impidió el desarrollo de esa figura de postulación a cargos de elección popular, y salvo algunas excepciones la candidatura independiente se convirtió en llamarada de petate. Ya hay reelección de diputados, senadores y alcaldes, si algún beneficio existe está por verse, pero queda a cargo de la ciudadanía convertir en realidad una representación popular que comulgue con sus intereses, todo es cuestión de madurez y muy intensa participación. En todo caso tenemos que coincidir con doña Elena Poniatowska, cuando se refiere al actual proceso electoral: “Espero que haya una transformación más abierta, que no haya dedazo, que no sea el presidente anterior el que escoja al presidente por venir”,  Si no, como decía el Gallego, no.