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Durmiendo con el enemigo

Por Alfredo Bielma Villanueva

¡Oh! Y ahora, ¿quién podrá salvarnos”? es una de las frases que en tono chusco repetía el Chapulín Colorado en su popular y divertido programa infantil, que no por esa categoría prescindía de reflejar los no tan divertido acontecimientos productos de la convivencia social. La referida frase es perfectamente aplicable al preocupante entorno policiaco de nuestros días, pues el reclutamiento de sus elementos dista mucho de lo idóneo para integrar el contingente policial necesario, con capacidad para otorgar seguridad y confianza a la sociedad mexicana, porque sin duda peca de deficiente la incorporación al ámbito policial de nuevos elementos, lo impiden serias fallas de procedimiento en esa promoción. No es fenómeno nuevo, tampoco es socialmente inadvertido, pero lo esencialmente medular y preocupante consiste en la ausencia de voluntad o capacidad para corregirlo.

Desde el gobierno del presidente Ernesto Zedillo (1994-2000) se tenía el diagnóstico relativo al potencial crecimiento del crimen organizado, la respuesta fue reformar el artículo 21 constitucional para darle a la función de la Seguridad Pública el rango de función de Estado, es decir, debía ser encarado en sinergia efectiva por los tres órdenes de gobierno: el municipal, estatal y federal. Para tal efecto se crearon instituciones ad hoc para hacerle frente al problema; junto a esa acción del Estado Mexicano se diseñaron programas de prevención del delito para hacer frente a fenómenos en crecimiento, como el pandillerismo, la drogadicción, el alcoholismo y la desintegración familiar. Institucionalmente se creó el Consejo Nacional de Seguridad Pública, y a la vez en cada entidad se crearon Consejos Estatales de Seguridad Pública y Academias Estatales y Regionales de Policía encargadas de reclutar y capacitar a sus elementos. Adjunto, también se crearon los C4, un sistema de investigación y monitoreo a través de cámaras de video vigilancia en zonas urbanas y carreteras. En Veracruz fue notable el avance de esa política de seguridad durante el gobierno de Miguel Alemán Velasco.

Pero algo, o mucho, sucedió en los gobiernos inmediatamente subsecuentes que entorpeció aquel ambicioso proyecto, porque se descuidó el reclutamiento y los controles en el uso y resguardo de armamento fueron paradigmáticos. Verdaderas fichas rojas fueron incorporadas en mandos policiales y paulatinamente empezamos a conocer desapariciones forzadas o involuntarias a causa de la participación directa de los mandos policiales rn varias localidades en Cardel, Coatzacoalcos, Tierra Blanca, Rio Blanco, Xalapa, etc. Ahora, esa patología es cosa común, al grado de ya no sorprender a una sociedad atónita ante los acontecimientos, que no sabe si temer más a la delincuencia o la vista de una patrulla policiaca en lugares solitarios. No es lúdico el señalamiento, el propio gobernador Cuitláhuac García ha anunciado este miércoles la detención “para ser vinculados a proceso” de los directivos policiales de Tihuatlán y Poza Rica debido a los hechos violentos suscitados en aquella región, donde en Papantla la violencia parece ser el pan de todos los días. Ante esa cruda realidad, en nostálgico recuerdo de un México ya desaparecido, viene a mente la frase de Chespirito: “¡Oh! Y ahora ¿quién podrá salvarnos?”