Columnistas

Si Nahle y el gober bailaran en carnaval

Por Juan Iván Salomón

CUENTOS, MITOS Y TRADICIONES

El carnaval es la fiesta más popular de Veracruz. No sólo del puerto jarocho sino de muchas de las ciudades más importantes del estado. Y como las elecciones se ganan con votos y no solo con promesas de campaña que muy pocos ciudadanos toman en serio, se vale echar mano de todo lo no prohibido por la ley. Tendrán más probabilidades de triunfar los candidatos más creativos y audaces.

En la mesa de un café, de personas ociosas surgió la siguiente propuesta, que pidieron a este reportero hacerla pública para ver quién de los aspirantes se atreve a llevarla a la práctica:

–Que en vistoso carro alegórico del carnaval, el más osado precandidato participe en el desfile bailando y saludando a la gente durante todo el trayecto. Cientos de miles de personas lo verían, le aplaudirían y tal vez hasta votarían por él llegado el momento.

Y como el gobernador Cuitláhuac García es un magnífico bailarín quizá acepte apoyar al candidato o candidata de su partido encabezando él mismo el desfile. Imagínense a Rocío Nahle y Cuitláhuac García luciendo coloridos disfraces y bailando zapateado, cumbia, salsa o la melodía más movida que el público les pidiera, durante dos o tres horas en el bulevar Veracruz-Boca del Río y luego en los carnavales de otras ciudades del estado, exhortando a los asistentes a danzar alegremente en masa.

Se identificarían con los veracruzanos y tal vez Morena arrasaría en las elecciones del próximo año.

Hay tiempo de sobra para organizar el espectáculo político, porque el carnaval se inicia en junio.

UN LAPSUS LINGUAE Y ZAS

Hace años también había carnavales en Xalapa. Y nos platicaron la siguiente anécdota. Yaretzi López la considera falsa. Posiblemente algunos de los lectores sabrán la verdad.

El ameno locutor, don Pedrito, animaba a los asistentes a la gran fiesta. Y, micrófono en mano, pidió a todo pulmón un aplauso para el rey feo, el popular “Verdugo Primero”.  Solamente que don Pedrito se enredó, la “g” de verdugo la colocó y pronunció en donde debió ir la letra “d” y viceversa, en una transposición digna de un acto de birlibirloque. Estallaron al mismo tiempo las carcajadas de unos y la indignación de las familias decentes al escuchar la impronunciable palabrota en boca de don Pedrito que, en medio del barullo, se quedó perplejo, avergonzado y deseando que en ese momento se lo tragara la tierra.

Hay quienes juran que esto jamás sucedió. Este reportero no había nacido aún en aquellos años del siglo pasado. Ni la Yaretzi. ¿Y ustedes?

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