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El PRI: de Beltrones a Alejandro Moreno

Por Alfredo Bielma Villanueva

En 2015 dirigía al Partido Revolucionario Institucional Manlio Fabio Beltrones, uno de los protagonistas políticos más notables de ese partido en los años previos a la debacle electoral de 2018. Entre 2015 y 2016 el PRI perdió 7 de doce gubernaturas en juego, tan desastroso resultado condujo a la renuncia de Beltrones para “hacer una pausa”, dijo, que permitiera la llegada de una “nueva dirección “para realizar las transformaciones requeridas”. Fue entonces que se enlistaron para sucederlo el doctor José Narro, la exgobernadora de Yucatán Ivonne Ortega y Alejandro Moreno, en esa lid este último obtuvo la mayoría en la elección interna y hoy preside al PRI. En su primera prueba de fuego Alejandro Moreno maniobró las candidaturas de legisladores en la elección intermedia favoreciendo a gente de su confianza en un contubernio de compromisos, te apoyo para que me apoyes. Así ha sido, ya se ha visto porque controla a su bancada de diputados e incluso se dio el lujo de defenestrar al coordinador de la Jucopo en el senado, Miguel Osorio Chong, para colocar en su lugar a uno de sus incondicionales. Todo bien hasta allí, porque finalmente en política los compromisos son válidos y hasta necesarios, siempre que la incondicionalidad no repercuta en la institución partidista. En el PRI no extraña su recia capacidad para la disciplina, acostumbrado a la consigna el voto acrítico ha sido su especialidad; y tal vez por esa inveterada costumbre se afianzó la decisión del famoso “Alito” de quedarse al frente del PRI hasta 2024, pese a haber perdido 10 gubernaturas durante su dirigencia, no es cosa menor para dispensarlo. Sin embargo, las filas priistas están exhaustas, condición que impide una protesta en línea contra la prórroga del mandato de Moreno al frente del PRI. Por si no bastara, al margen de sus fracasados logros, Alejandro Moreno pretende competir por la candidatura presidencial, lo cual en las actuales circunstancias de ese partido no parece una misión imposible; nada importaría porque su perfil no tiene calidad competitiva, pero sin duda esa pretensión impactaría severamente en los propósitos aliancistas de Va por México. Aunque Alejandro Moreno no inspira confianza entre panistas y perredistas, lo endeble de la fuerza electoral del PRD lo frena para la protesta porque estando en juego su registro más que buscar el triunfo electoral, le importa sumar sufragios; y en el PAN, aunque preferirían competir solos que mal acompañados, priva el convencimiento de una necesaria alianza para sumar esfuerzos. Con ese escenario compite el ánimo oposicionista en el país, al que solo un cambio brusco de circunstancias daría oportunidad para el optimismo.