En marzo de 1987 se suscitó un grave accidente carretero entre Perote y Xalapa por el cual murieron varias personas y otras más resultaron con graves lesiones; el entonces gobernador Fernando Gutiérrez Barrios, con la sensibilidad social de que hacía gala, se hizo acompañar del doctor Pedro Coronel Pérez, su Secretario de Salud, para visitar en el Hospital Luis F. Nachón los heridos en aquel desafortunado percance; sorprendido y apenado por las condiciones físicas de ese Hospital, don Fernando instruyó al Secretario de Salud buscara un lugar “donde construir un hospital donde se atendiera con la dignidad que se merecen nuestras clases más desprotegidas”. Fue la instrucción que dio origen al hoy conocido como Centro de Alta Especialidad “Dr. Rafael Lucio”, de muy merecidos reconocimientos. En aquel periodo sexenal (1986-1982) se inauguró el moderno hospital “Rafael Lucio” y se hicieron mejoras sustantivas al Luis F Nachón (que con el gobernador Acosta Lagunes -1980-1986- contó con una área privada de cuya ocupación se extraerían recursos a favor del hospital), y en tiempos de Duarte allí se instaló una sala de hemodinamia de primer orden. No por conocido deja de sorprender lo que ocurre ahora con los servicios de salud del Hospital Civil “Luis F. Nachón”, pues es fiel espejo de los deficientes estándares de la Secretaría de Salud estatal. Es cierto, no se han suspendido las cirugías de urgencia, pero debe reconocerse que la reciente manifestación de médicos en ese centro de salud es a causa de insuficientes estímulos hacia médicos anestesiólogos cuyos servicios están en la base de todo tipo de cirugías. Ya afloró un problema, y debiera preocupar al actual Secretario para evitar que salgan a la superficie otras tantas deficiencias en los nosocomios de la entidad, todos, o casi todos a distancia sideral de convertir sus servicios a la altura de los suministrados en los Países Bajos, como es deseo del presidente López Obrador.
Aunque ese es otro cantar que desafortunadamente no se podrá escuchar en México; más aún, es de temer que no se logre estabilizar la calidad de esos servicios a los estándares de 2018, pues para 2023 se observa un incremento en la población con carencia en el acceso a servicios de salud en 15.6 millones de personas, condición que guarda estrecho correlato con la desaparición del Seguro Popular. Además, ningún Sistema de Salud puede alcanzar elevados estándares de calificación si entre sus fallas destaca un acentuado desabasto de medicinas, la falta de personal médico y paramédico y el deficiente grado de mantenimiento de los equipos ya instalados. Son conocidas las causas de esa circunstancia, la principal es de orden económico y se refleja en el presupuesto destinado a tan importante Sector: en 2021 se presupuestaron 701 mil 230 millones de pesos, el de 2022 ascendió a 856 mil 541 millones, y el este año a 892 mil 849 millones de pesos, apenas un 4.2% respecto a 2022. Cuando la campaña presidencial, López Obrador ofreció un gasto en salud con incremento de un punto porcentual en relación al PIB, pero en aquel año el gasto en Salud respecto al PIB era del 3%, y ahora se redujo a un 2.7%. Cuán lejos estamos del 8% al 10% del PIB de los Países Bajos, y del 8.4% de salud en España. Ese contexto dinerario se refleja en buenos sueldos al personal médico y paramédico, hospitales equipados con tecnología de punta, mayor ampliación en los turnos de atención para evitar la saturación de la demanda y precisa programación de consultas y cirugías. Mientras eso no se consiga, seguiremos como estamos. Nada envidiable, por cierto.