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Ebrard ¿en caballo de hacienda?

Por Alfredo Bielma Villanueva

El costumbrismo mexicano coloca a quien está en la presidencia de la república en un nicho como de beaterio ya muy cercano a la santificación y le atribuye facultades extraordinarias más allá de a cualquier otro mortal, condición de semidiós, ni más ni menos. No fue pesada broma lo visto en la multitudinaria concentración humana del sábado 18 donde algunos fanáticos semblantearon semejanzas de López Obrador con Jesucristo. Aún en esa lógica, es en el campo de lo terrenal donde debemos dar al César lo que es del César, pues la experiencia histórica es elocuente en su magisterio y nos enseña que no siempre la voluntad presidencial es producto de inspiración deísta sino designio impuesto por las circunstancias, como en el caso de algunas sucesiones de gobierno. Por ejemplo, cuando el presidente Echeverría (1970-1976) decidió que el candidato del PRI fuera su amigo de juventud, José López Portillo, entonces titular de la Secretaría de Hacienda, el argumento base fue que las condiciones económicas del país así lo exigían, fue una sucesión a modo del presidente. No ocurrió igual en el caso de la sucesión de López Portillo (1976-1982) quien tenía en su abanico varias cartas, pero, como narra en su Libro “Mis tiempos” fue “convencido” por su Secretario de Programación y Presupuesto, Miguel de la Madrid y su grupo (Salinas entre otros) de que él era la solución, presentándole información no muy acorde con la realidad económica del país para verse favorecido, como fue. En la referida obra testimonial, López Portillo subliminalmente acepta que le mintieron y que veía en los ojos de David Ibarra, su Secretario de Hacienda, otro pretendiente a “la grande” un mensaje diciendo “ya ve, se lo dije”. De la Madrid decidió por Salinas de Gortari, un factor de poder al interior de su gabinete que ofrecía continuar con la implementación del neoliberalismo económico en el país, tal cual fue. Salinas no tenía como primera ni segunda opción a Zedillo pero éste fue el sucesor. Es decir, no siempre la decisión del presidente es inspirada por voluntad unipersonal, pues en ocasiones las circunstancias los obligan a tomar una opción diferente.

En el partido del gobierno, MoReNa, apenas después de las elecciones en Coahuila y Edomex en junio próximo, dará inicio el periodo para las consultas que decidirán quién será su candidato presidencial, de no alterarse el modelo quien realmente decidirá será el presidente López Obrador. Pero, en la realidad nunca faltan los asegunes, pues uno de los precandidatos, Marcelo Ebrard, ha planteado interesantes propuestas: 1- para que haya piso parejo, quienes compitan deben renunciar a los cargos que ahora desempeñan. 2- Que haya debates entre los pretendientes y 3- consenso en la selección de casas encuestadoras que midan la consulta. En esta última propuesta pudiera estar la fuente de un posible disturbio en ese proceso, pues equivale a quitarle al presidente el control de la candidatura. Porque Ebrard está consciente de ser “el que mejor representa la continuidad de la CuartaT” y “estoy seguro que puedo y voy a ganar la encuesta” y que será el presidente de México. Así las cosas, todo queda a cargo de que AMLO acepte esas propuestas. En todo caso, queda para la incógnita cuáles serán las consecuencias si las encuestas son hechas en casa, según “lo que diga mi dedito”. ¡Esa es la cuestión!