Columnistas

Un refugio veracruzano

Por José Antonio Medina Aguilar

PIENSO, LUEGO ESCRIBO

Por Akiles Boy*

La cultura nacional, es sin duda un mosaico multicolor, el mestizaje racial fue solo el comienzo de una incesante incorporación de expresiones religiosas, ideológicas y artísticas. Pero las diferencias, la diversidad, la pluralidad no siempre traen la unidad. La historia del País tiene registrados los encuentros y desencuentros de los mexicanos, que marcan los períodos de paz y las etapas de convulsión política y social.

El perfil del mexicano, se enmarca en los estereotipos más burdos y los mejor acabados, sin embargo, ahora se ven matices derivados de la evolución. Hoy la brecha entre el Norte y el Sur no es tan amplia como en el siglo pasado, la riqueza y el desarrollo dejaron de ser exclusivos de los Estados vecinos de la Unión Americana, y paulatinamente los pobladores de las  Entidades sureñas de la República, van mejorando sus condiciones de vida. El boom turístico del sureste es un claro ejemplo.

Chiapas y Oaxaca muestran signos de atraso y rezago crónicos que llevará muchos años superar, y alcanzar el nivel de desarrollo de otros Estados. Veracruz es un caso semejante, con una posición geográfica privilegiada,  recursos hídricos abundantes y con la mayor instalación de la industria petrolera, presenta una triste imagen de contrastes. Una deuda social impagable en las regiones serranas, sin estimar el costo de la discriminación y marginación de las etnias originarias.

Por otro parte, el estancamiento, deterioro y caos en el desarrollo urbano,  detonados no solo por el crecimiento natural de las ciudades y la inexistente o deficiente planificación, sino también por la constante migración del campo, ante la falta de oportunidades y  la ausencia de políticas públicas de arraigo de la población nativa. Asimismo, el fenómeno de la violencia y la inseguridad, en aumento los últimos años, reflejan la creciente vulnerabilidad de una sociedad expuesta a la acción de las bandas delincuenciales que operan en el Estado.

El control político no asegura el desarrollo social de los pueblos, objetivo primordial de un gobierno. En ese contexto está la obligación de preservar y engrandecer los valores culturales que los identifican, implica también, garantizar su dinamismo y sustentabilidad. Por cierto, después del reciente viaje a Tlacotalpan, ciudad icónica de la cuenca del Papaloapan, es inevitable verter una opinión al margen de cualquier matiz político.

Más allá de las Fiestas de la Candelaria, que se efectúan cada año con una multitudinaria asistencia, el pueblo goza de tranquilidad y calor en las demás temporadas. Cielo azul despejado, temperatura que invita a comer una tradicional nieve de coco, caminar por sus calles, admirando la arquitectura y colorido de sus casas. Recorrer el malecón, para sentir la fresca brisa del imponente río y contagiarse de la alegría y ánimo festivo de los lugareños que esperan y necesitan a los visitantes.

Tlacotalpan, es uno de los rostros de Veracruz. En él se percibe al veracruzano de cepa, el aferrado a la más pura identidad del jarocho,  famoso en México y el mundo, el de “La Bamba” y dispuesto a competir por ser el terruño donde nació Agustín Lara, uno de los grandes músicos y compositores de la época dorada del cine nacional. Un lugar de ensueño, de fecunda inspiración de poetas y escritores que aman la libertad, la naturaleza y se sienten atraídos por la historia y el singular patrimonio material e inmaterial, legado de nuestros ancestros. La belleza del sitio no es para disfrutar en una ocasión, merece una corriente continua de turismo que haga sustentable y rentable la vida en ese paraíso. Hasta la próxima.   

28 de Febrero de 2023

*Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A.C.

*Miembro de la Red de Escritores por el Arte y la Literatura, A.C.