Columnistas

López Páez, “el colibrí huatusqueño”.

Por Jorge E. Lara de la Fraga.

ESPACIO CIUDADANO.

Con cierto retraso, en razón de desconocer el homenaje póstumo que le tributó la Universidad Veracruzana al paisano Jorge López Páez por su trayectoria académica y por sus obras literarias, hasta ahora comento que en la revista “La palabra y el hombre”, trimestre abril-junio de 2022, en su número 60, se pone de relieve el esfuerzo creativo del huatusqueño a 10 décadas de su natalicio en esas Grandes Montañas, en esas colinas de la esperanza. El editorial de tal revista es por demás elocuente: “En ocasión de celebrarse el centenario de nacimiento del escritor veracruzano Jorge López Páez el próximo 28 de noviembre, nuestra revista dedica a su memoria la sección La Palabra con la publicación del cuento inédito La suerte de El Manchas y 5 ensayos de notables críticos que, desde diferentes enfoques, exploran pasajes de la biografía y la trayectoria literaria de este singular narrador, nacido en la ciudad de Huatusco en 1922. Su extensa obra, compuesta por novelas y cuentos, aún no ha sido considerada en la dimensión que ameritan sus aportes a la literatura mexicana moderna…” En esta entrega aporto datos del homenajeado, en mi carácter de un lector interesado en los trabajos del coterráneo, de esa persona sensible que conocí en la ciudad de Xalapa y que me permitió ser un comentarista más de un compendio de cuentos suyos que se puso a la consideración del público en una Feria del Libro organizada por la Universidad Veracruzana en el año de 2010.

Félix Jorge López Páez nació en Huatusco, Veracruz el 22 de noviembre de 1922, en ese lugar enclavado en la región de las Grandes Montañas de nuestro estado de Veracruz y recinto que le sirvió de referente para algunas de sus obras como El solitario Atlántico y Los cerros azules. Tuve la fortuna de conocerlo personalmente a través del paisano Rafael Guillaumín Fentanes, así como también me identifiqué con algunos de sus trabajos porque fui uno de los presentadores de uno de sus compendios de cuentos y de su última novela, en eventos efectuados en nuestra ciudad capital. Se tituló en la Facultad de Derecho de la UNAM y realizó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma magna institución. Se le atribuyen más de 20 títulos publicados, entre los cuales destaco los siguientes: Los invitados de piedra, Hacia el amargo mar, Mi hermano Carlos, La costa, Silenciosa Sirena, Ana Bermejo, Mi padre el general, El solitario Atlántico, Lolita baila ese vals, Los cerros azules, Doña Herlinda y su hijo, Los mástiles, La última visita, ¡A huevo, Kuala Lumpur!,  así como libros de cuentos como El que espera, De Jalisco las tapatías, el Nuevo Embajador y El chupamirto y otros relatos. Con sustento en toda su obra se le denominó “Creador Emérito” del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

El crítico Juan López Reyes se expresó, en su momento, sobre la aportación de López Páez en los siguientes términos: “La escritura del huatusqueño corresponde a su curiosidad. Es poco lo que escapa de su mirada alerta, rápida, juguetona, sabia y corrosiva. Tales atributos convienen a una prosa que recurrentemente ha sido juzgada como ocurrente o acaso demasiado descuidada a veces…” El recién fallecido fue colaborador de numerosas publicaciones culturales; becario del Fonca y de la Fundación Guggenheim; dominó varios idiomas y además colaboró en los periódicos Novedades, El Nacional y en Cuadernos Americanos. A su muerte, el secretario de Cultura de la Ciudad de México manifestó que el autor deja una obra relevante en las letras mexicanas. Habrá que destacarse que su aportación “La última visita” fue motivo de una pieza teatral y que el cineasta Jaime Humberto Hermosillo se basó en el cuento homónimo de López Páez para llevar a la pantalla grande “Doña Herlinda y su hijo”, que se estrenó con éxito en diversos festivales internacionales.

Jorge López Páez a lo largo de su fructífera existencia elaboró varias novelas y cuentos; fue laureado con varias distinciones (Premio Nacional de Ciencias y Artes, Premio Xavier Villaurrutia, Premio Mazatlán de Literatura, Premio Internacional de cuento la Palabra y el Hombre-UV); fue catedrático de la UNAM por más de 30 años y coordinador de los talleres literarios en la Máxima Casa de Estudios. Es considerado como uno de los grandes narradores de la media centuria del siglo XX, al lado de los literatos de su generación como Vicente Leñero, Inés Arredondo, Amparo Fuentes y Carlos Fuentes. Jorge López Páez, en su novela “Los cerros azules”, aborda literariamente en uno de los capítulos un trágico acontecimiento. Dicho autor, entre otras cosas, relata las características de “Villa Niebla” (Huatusco) y apunta que en ese espacio geográfico, además de la niebla, de los rumores y del chipi-chipi, existía un sacerdote activo y controlador de la feligresía (el Padre Teódulo). Alude también a la tragedia del Padre Camo, que fue herido de gravedad por cuestiones de orden personal. Ello, en la trama, fue motivo para avivar sentimientos innobles de venganza en contra de personas de la misma localidad que se suponían adversarios a la fe cristiana. Pueblo chico e infierno grande. Al morir el Padre Camo, cuando se llevaban su cuerpo al cementerio, se suscita un homicidio colectivo, un linchamiento brutal, al grito de consignas teológicas. En ese infausto mes de junio, corrió sangre en ese pueblo tranquilo de las “campiñas de la esperanza”.

En un homenaje efectuado en nuestra ciudad capital, el maestro de la UNAM Ignacio Trejo Fuentes aludió en términos generales a varias de las obras del homenajeado, a las características de su narrativa, a sus personajes predilectos como son los niños, a la temática que aborda en sus trabajos, donde no falta el asunto de controvertido de la homosexualidad, así como hizo referencia a esa dosis muy propia de su sarcasmo, humor, picardía y a su descripción descarnada de la miseria humana. Agregó que a López Páez le inquietaron tópicos como la fidelidad y la traición; la soledad en medio del tumulto; la incomprensión de la gente ante hechos que les parecen lejanos; y sobre todo, la muerte. Esta es, junto al mundo infantil, una de las constantes de su literatura. Muchos de sus textos tienen resonancias autobiográficas y la virtud de Jorge es que se singularizó por ser un buen narrador. Sin lugar a duda sus aportaciones literarias ameritan ser mayormente conocidas, leídas y disfrutadas por los veracruzanos.

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Atentamente.

Profr. Jorge E. Lara de la Fraga