CAMALEÓN
uando fue presidente de la república, José López Portillo gustaba declamar en su límpida retórica de elegantes giros académicos: “la república está reunida”; profesor universitario de Teoría del Estado así discurseaba para referirse a las ceremonias públicas, cuando reunidos los tres poderes del gobierno federal, los gobernadores, senadores y diputados cantaban loas en torno a la figura presidencial. Coincidían esas faraónicas reuniones con la hegemonía del presidencialismo imperial, protagonizado por el titular del Poder Ejecutivo a quien todo mundo rendía la sagrada pleitesía. Cuando López Portillo exclamaba ¡la república está reunida!”, quizás en su fuero interno agregaba “en torno mío”. Otros tiempos, otras circunstancias. Pero, ¿ya cambiamos? Es decir, en los actuales tiempos la figura presidencial y todo el poder que maneja ¿difieren de antaño? Porque si nos atenemos a lo visto en la ceremonia conmemorativa de la promulgación de la Constitución de 1917, en base a los sucesos allí registrados la respuesta sería negativa, hay constancias inequívocas para deducirlo así, y muy preocupantes. Por supuesto, es refrescante releer los discursos de la presidenta de la Suprema Corte de Justicia y del Presidente de la Cámara de diputados, ambos con tono conceptuoso muy distante del entreguismo de años pasados. No obstante, fueron notorios e históricamente subrayables dos hechos: la supremacía del Poder Ejecutivo sobre el de sus pares se materializó ante los ojos de la nación al ser desplazados del centro del presídium, donde les corresponde estar juntos a los tres poderes que representan al Estado Mexicano, no fue así, evidentemente, porque impera una hay supremacía entre esos poderes. Por ese contexto en nada difiere de los tiempos del presidencialismo imperial que con mucho ahínco ahora festejamos haber superado. Por si no bastara, la actitud lacayuna de no pocos diputados es constancia manifiesta de su reiterada abdicación como cuerpo colegiado ante el poder ejecutivo, porque, al margen de la confrontación partidista actualmente imperante, el diputado Santiago Creel personificó en ese evento la representación del Poder Legislativo y nadie desde ese Poder ha expresado indignación alguna. Ya en retrospectiva destacará esa ominosa omisión. Y allí se confirmó una vez más el sustancioso significado del axioma que postula: “la forma es fondo”.