Columnistas

Ayuda a los pobres como «estrategia política».

Por Alfredo Bielma Villanueva

CAMALEÓN

O el muy complicado amanecer del año lo tiene desconcertado (lo cual en una persona de su experiencia parecería poco probable), o es una muestra de que al mejor cazador se le va la liebre. Acudimos a una de esas dos conjeturas para intentar explicarnos el por qué el presidente López Obrador expresó con singular claridad que dar dinero a los pobres es estrategia política, en programas de índole social a través de la cual se dispersan anualmente miles de millones de pesos entre los sectores de la población mexicana más vulnerables económicamente. Por supuesto, es posible a través del tiempo reducir los daños provocados por ese desliz, sin embargo, será uno más de los proyectiles que serán oportunamente utilizados en su contra por opositores a su gobierno. En realidad, la expresión presidencial no refleja una situación desconocida en nuestro país, porque alude a la reedición de una “estrategia” de política clientelar implementada sistemáticamente en tiempos priistas para mantener a su lado la voluntad de quienes viven en condiciones de pobreza, y configuraron el denominado “voto verde”, trasladado ahora al lado de MoReNa. Ese traslape tampoco debiera extrañar, porque está comprobado que el “demos”, (como se conocía en la Grecia Clásica), (el “popolo minuto en el Renacimiento Florentino, en tiempos de Maquiavelo), (el pueblo, como se conoce ahora al conjunto de quienes nada tienen para perder) mantiene su lealtad y agradecimiento al lado de quien aporta el eventual beneficio, porque una vez concluida esa dependencia cambiará de “afectos”, según se mueva la brújula benefactora. Habrá gratitud, hacia donde fluye la despensa, en sequía esa fuente pierde vigor y atractivo. Deducir que en el futuro inmediato muchos eventos más están por venir cuyos efectos incidirán directamente en el proceso sucesorio, no es producto de fatuos vaticinios, pues solo expresarán los efectos de la implementación de acciones entre las fuerzas en pugnaz competencia combinadas con la reacción de los factores de poder que hasta ahora han permanecido solo a la expectativa. Circunstancia que sin duda guarda cierta analogía a las carreras de caballos cuando en la competencia los finalistas se acercan a la meta.