Futbol, abrazos no balazos

Por Alfredo Bielma Villanueva

Cuando merodeaba por las inmediaciones del suelo ateniense Jerjes, el soberano Persa, mandó a sus espías a investigar los preparativos que debían estar haciendo los griegos en defensa de sus baluartes. El asombro de Jerjés fue mayúsculo cuando escuchó el informe de sus enviados: en pleno conflicto con el invasor, los griegos participaban en sus Juegos Deportivos; extrañado, el rey persa preguntó cuál era el premio en disputa y lo calculaba de cuantioso monto, al grado de distraerlos en plena crisis bélica. Más grande resultó su extrañeza cuando se le informó que el premio consistía en coronas de laurel y honores para los vencedores, no en riquezas materiales. No dejo de preocupar a Jerjes ese comportamiento del enemigo y sintió temor por enfrentarse a un pueblo que prestigiaba el honor deportivo sobre las saetas, el marro, el hacha y la espada. No obstante, en su estrategia los atenienses habían abandonado la ciudad para presentar una batalla naval. Jerjes entró en Atenas y fue grande el saqueo a la ciudad, aunque al final fue derrotado por el ejército griego bien pertrechado en su gran flota naval. Ese episodio revela el gran valor inherente a los Juegos Olímpicos y su especial significado en la historia y la cultura de un pueblo en vibrante e íntimo nexo con la naturaleza, la razón y el pensamiento. Esta evocación la genera el desarrollo del campeonato mundial de futbol que mantiene a la expectativa a gran parte de la población humana de este planeta, un juego a través del cual se dirime la victoria en enfrentamientos de índole pacifista, para saber qué representación deportiva se lleva la victoria e ingresa al libro de los honorables records. Gracias al futbol presenciamos a seleccionados de países que históricamente han zanjado sus desencuentros en confrontaciones sanguinarias, compitiendo por simbólica Copa con pleno apego y respeto a reglas deportivas comúnmente establecidas. Ingleses contra alemanes o contra franceses, EEUU contra Irán, alemanes contra japoneses, España contra Marruecos, franceses contra alemanes e ingleses, etc. países que figuran en la Historia Universal en permanente confrontación embriagadas por el deseo de dominio universal, ahora privilegian la vía del deporte en escenarios de lúdico desfile de deportistas altamente calificados. Francisco I de Prusia, los reyes de España y Francia, Napoleón, Hitler, Stalin, etc., aparecen en pugnaz protagonismo en fiel reflejo de sus respectivas épocas y circunstancias. Puestos a escoger, obviamente preferimos 90 minutos de calidad deportiva y de calculadas estrategias al inclemente y mortal zumbido de las balas; aquí si cabe en todo su esplendor aquello de “abrazos, no balazos”.