Desde que se empezaron a elaborar los análisis socioeconómicos y de crecimiento industrial y regional en el país en base a información estadística conocemos a ciencia cierta la gran diferencia entre el estatus económica prevaleciente en el centro y norte del país evidenciando un fuerte contraste con las entidades federativas del sur y sureste de la república. Son diferencias sustanciales a las cuales habría que agregar las de orden cultural. Durante la primera mitad del siglo XX mexicano era común escuchar la teoría que se formulaba en base a “la cultura del maíz” y a la cultura del trigo”, para explicar la diferencia de estatura entre la gente del norte y la del sur. Eran simples conjeturas, aunque no del todo ajenas a la realidad, aunque sin base científica. El uso sistemático de las estadísticas ha servido para descifrar mucha de nuestra condición social y económica, y metodológicamente, a la par, conocer las causas de las asimetrías en el crecimiento y el desarrollo económico entre las diferentes regiones del México actual. Ahora sabemos a ciencia cierta que en el sur mexicano se encuentran las entidades con mayor índice de pobreza y desigualdad social, en ese entorno la marginación social ha sido condición milenaria: Guerrero, Oaxaca, Tabasco, Chiapas y Veracruz encabezan la oprobiosa lista. De inicio, se estableció un correlato entre la población con mayor número de etnias y el atraso económico y educativo. En más de una ocasión el actual presidente de la república ha argumentado que el subdesarrollo del sur de México es debido al abandono oficialista, tal aseveración forma parte de su argumento base para justificar las obras en Dos Bocas y el Tren Maya, suponiendo que serán la bujía del despegue económico regional. Por supuesto, también el Corredor Transistmico, aunque este es un proyecto añejo anunciado desde tiempos del presidente Echeverría (1970-1976) y pausadamente abordado por gobiernos subsecuentes. Ojalá lo concluya el actual gobierno, porque efectivamente tiene el potencial para convertirse en el motor del despegue económico de la Región. En algún lugar del Centro o Norte del país, en el siglo pasado surgió la lúdica sentencia: “Mientras el Norte trabaja y el Centro piensa, el sur descansa”, en clara referencia a lo arriba anotado, y con directa alusión a las feraces tierras de nuestro suelo, a la abundancia de agua, “en tabasco y Veracruz, decían, basta con extender la mano para recoger un fruto”. Esa imagen no es remota a nuestra realidad, por cierto, porque en el norte, Sinaloa y Sonora destacan por sus afanosos cultivos y fructuosas cosechas obtenidas gracias al laborioso riego, mientras por acá la agricultura sigue siendo “de temporal”. Esta referencia viene a cuento porque dos encumbrados políticos, uno gobernador (Samuel García, de NL), Secretario de Gobernación el otro (Adán Augusto López), protagonizan una pugna mediática, que la sobriedad política de antaño difícilmente lo hubiera permitido. El gobernador de NL alude a la frase que sugiere la apacible convivencia para allegarse el sustento diario en el sur, mientras los norteños sudan la gota gorda, una alusión muy impropio por el cargo que desempeña, pero si se esperaba una respuesta ponderada, elocuente y equiparada al cargo, el Secretario de Gobernación demuestra lo erróneo de esa apreciación: “Los del norte dicen que no le aportamos gran cosa a la Federación porque para empezar no sabemos trabajar, que los esforzados y los trabajadores son ellos. Pero lo que no saben es que nosotros somos muchos más inteligentes que ellos y quienes se aprecian de ser inteligentes pues hacen las cosas con menos esfuerzo, mejor y de mejor manera”. ¡Bravo! exclamarían en el palenque, pero alguien con sentido común le recomendaría a quien está apuntado aparentemente en la segunda opción como precandidato a la presidencia, abrevar en el registro de los porcentajes del Producto Interno Bruto que cada entidad federativa aporta a la economía nacional. De esa manera, nos tranquilizaría saber que quienes aspiran a gobernarnos reaccionan a los retos con conocimiento de causas y no con influjos viscerales.
Políticos sin brújula
Por Alfredo Bielma Villanueva