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Hoy, como ayer, nada ha cambiado

Por Alfredo Bielma Villanueva

CAMALEÓN

Si bien en estos tiempos ya no hay en el nido político-gubernamental pájaros de antaño, los pájaros de hogaño “se parecen igualitos”, dijeran en el llano. Porque, pese a tantos brincos impulsados por el discurso oficial acerca del combate a la corrupción, seguimos cayendo en el mismo lugar, es decir, esa arrogante patología social no cede un ápice, al grado de contribuir con extraordinaria precisión para confirmar la tesis del expresidente Peña Nieto que la calificaba como un fenómeno cultural nuestro. No fue un secreto, o lo era a voces, que desde sus inicios en el escenario de la fiscalización de cuentas gubernamentales, desde el Orfis salía comisionado un emisario hacia los ayuntamientos de la entidad con el definido propósito de ofrecerles la oportunidad de “limpiar” sus irregularidades en la Cuenta Pública, mostrándole al alcalde y/o al tesorero dos actas, “la buena” con su correspondiente moche y la real con las implicaciones del caso. Mucho dinero corrió en aquel entonces por ese aceitado formulismo, surgieron grandes fortunas y abultado patrimonio de “nuevos ricos”, a quienes cuando presumen su “buena vida” y lujosa comodidad buena idea sería tararearles la vieja tonada: “que me cuentas a mí que se tu historia”. Lamentablemente ese síndrome contable-patológico- no ha desaparecido, tampoco parece haber menguado, según la reciente declaración del dirigente estatal panista, Federico Salomón Medina, quien alerta sobre emisarios “del Orfis” ofreciendo a los alcaldes “purificar” (es mío el entrecomillado) sus cuentas. Formalmente correspondería a la Comisión de Vigilancia del Congreso local investigar la muy posible irregularidad, sin embargo, ya entrado en gastos sobran los pesimistas que preferirían mantenerse en quietud para no ir de Guatemala a Guatepeor. Ni mutatis ni mutando, todo queda en el discurso.