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Tatahuicapan-Yuribia, el fantasma de Monterrey

Por Alfredo Bielma Villanueva

CAMALEÓN

Durante el productivo gobierno de Agustín Acosta Lagunes (1980-1986) se construyó la Presa Yuribia con el objeto de suministrar agua para consumo humano a la Ciudad de Coatzacoalcos; para ese propósito en 1984 se formuló un Convenio entre el gobierno estatal, representado por el Secretario de Gobierno, Amadeo Flores Espinosa, el ayuntamiento de Coatzacoalcos, representado por el alcalde, Juan Hillman y el síndico Tercero Alberto Segovia, y por parte de las autoridades ejidales de ese lugar, Juan Martínez Ruiz, Marcos Santiago Hernández, Cenaldo Hernández Córdoba, Juan González Hernández, presidente del Comisariado Ejidal, presidente del Consejo de Vigilancia, Tesorero y Secretario, respectivamente (Tatahuicapan aún era Congregación de Mecayapan, por lo cual ese Convenio tiene el sello de la Agencia Municipal de Tatahuicapan), quienes a cambio del agua solicitaron como beneficios para el pueblo: “obras de ampliación de red de agua potable, la construcción de una escuela de seis aulas con su dirección y sanitarios, la construcción de un jardín de niños de tres aulas, las obras de ampliación de energía eléctrica, bacheo y arreglo del camino Tonalapa-Tatahuicapan, y algunas obras menores…”. En la cláusula primera el Gobierno del Estado se comprometía a “…realizar las obras de ampliación de la red de agua potable y de ampliación de energía eléctrica de este poblado a la brevedad posible…se obliga a la construcción de una escuela…” y demás obras mencionadas. Y en un anexo, el “Gobierno del Estado se compromete a crear un CBTIS, edifico, clave y personal que satisfaga la necesidad de la región”. El Ayuntamiento de Coatzacoalcos se comprometió a “construir para el poblado de Tatahuicapan un kínder de 3 aulas, dirección, sanitarios… También se hizo cargo de habilitar la agencia municipal del lugar. Las obras se cumplieron y la presa la inauguró en 1986 el presidente Miguel de la Madrid. Desde entonces, muchos han sido los desencuentros entre quienes poseen la capacidad de cerrar las válvulas de esa presa y las autoridades de quienes tienen la necesidad del suministro de agua proveniente de allá. Incluso ha habido conatos de violencia, afortunadamente evitados porque imperó la prudencia de las autoridades. No obstante, con el transcurrir del tiempo y el cambio climático es posible prefigurar circunstancias semejantes a las que azotan en estos tiempos a la población de Monterrey y se repliquen en la conurbación municipal Coatzacoalcos-Cosoleacaque-Minatitlán, porque en 2008, autoridades municipales y ejidales de Tatahuicapan emitieron nuevas disposiciones en cuanto al uso del agua en queja por la decisión unilateral del ayuntamiento de Coatzacoalcos de extender el uso del agua a Minatitlán y Cosoleacaque, no incluidos en el Convenio original. Desde entonces se plantearon nuevas exigencias de Tatahuicapan, condicionando el uso de la presa y el agua. A sombrerazos, pero cada parte cumple lo que le corresponde, solo se debe evitar que no haya un grupo de vivales-como ya ha sucedido de lado y lado- que se aprovechen de esas circunstancias. Como sea, la dependencia del vital líquido seguirá siendo una espada de Damocles sobre la población de Coatzacoalcos-Minatitlán y Cosoleacaque, y no estará de más proyectar soluciones alternas que por omisión y comisión se han venido posponiendo.