Columnistas

ESTATUA DE LA LIBERTAD

Por Cecilio García Cruz

Jesús Te Ampare

Nueva York.- La visita del presidente mexicano a Washington ha provocado reacciones en numerosos escenarios políticos del mundo.

Y es que López Obrador, no teme nadar entre tiburones de océanos procelosos, ya que es un peje de río muy corrido, vivido y experimentado en agua dulce y marina.

El tabasqueño se ha manifestado contra algunos escenarios políticos, económicos y sociales, emprendidos por el presidente Joe Biden.

No asistió a la cumbre continental en Los Ángeles, porque no fueron convocados sus amigos dictadores de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

La más preocupada por su presencia en el país vecino, no es la Casa Blanca, sino la icónica Estatua de la Libertad, donada en 1886 por el pueblo francés a su homólogo estadounidense, para conmemorar el centenario de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Representa también un obsequio como signo de amistad entre las dos naciones.

Es considerada Patrimonio de la Humanidad por la #UNESCO. Y es que el mandatario mexicano reveló hace algunos días iniciar una campaña para tirar este grandioso símbolo, si es que se procesa y condena, por espionaje, al programador y activista de internet Julián Assange, fundador, editor y portavoz del sitio web WikiLeaks.

Sin embargo, la amenaza de desmontar la estatua provocó de inmediato reacciones de los inmigrantes radicados en el país vecino.

Sr. Presidente de México:

“No mordemos la mano que nos da de comer. Si nuestras remesas están salvando su fracaso económico, al menos tenga decencia de aprender a respetar a este país”.

Por eso, nos trasladamos a Nueva York, para ser más precisos al sur de la isla de Manhattan, y estar cerca de la Estatua de la Libertad e interpretar, sus rasgos, su silencio discreto por la visita del Ejecutivo mexicano. Parece expresarnos con una actitud de una mujer inteligente:

“Yo no pertenezco a ningún partido político, mi misión es representar la libertad y emancipación con respecto a la opresión. Además, desde 1886 soy la primera imagen que visualizaban los inmigrantes europeos al llegar a Estados Unidos tras su travesía por el Océano Atlántico.

No recuerdo que ese señor que pretende mi demolición me haya visitado. Mi presencia en este mundo es de paz y concordia, jamás de enfrentamientos”.

La estatua esgrime en su mano derecha una antorcha encendida sostenida con fuerza y en alto por si alguien pretende dañarla.
Hoy se darán a conocer las primeras conversaciones de los mandatarios. Se espera sean de beneficio mutuo.

En tanto, la corona con siete picos que luce imponente el famoso símbolo, brilla en señal de concordia y convivencia entre las naciones.