CAMALEÓN
El 28 de noviembre de 1928, en su discurso de toma de protesta como presidente interino de México, don Emilio Portes Gil adelantó la idea de “un establecimiento” de partidos políticos “provistos de un programa y de un sentir fijo de opinión, (que) servirá para separar a la administración pública de la política, para que el Estado no sea el gran elector…” (El Universal del 1 de diciembre de 1928). Sobre esa premisa se fundamentaría en marzo de 1929 la creación del Partido Nacional Revolucionario (no del PRI), que en 1938 el presidente Cárdenas convertiría en Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y finalmente derivó en Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 1946 con Miguel Alemán Valdés, su primer candidato presidencial. Con la congregación de diferentes fuerzas políticas agregadas en una sola organización, según decía Plutarco Elías Calles, su promotor, iniciaba la metamorfosis política nacional al pasar de un país de caudillos, de “hombres fuertes”, a un país de instituciones. Convergieron en esa idea destacados actores políticos de todo el país: Luis L. León Aarón Sáenz, Marte R. Gómez, Manlio Fabio Altamirano, Emilio Portes Gil, José Manuel Puig Casaurang, Bartolomé García Correa, Gonzalo N. Santos, David Orozco, Ezequiel Padilla, Melchor Ortega, Adalberto Tejeda, Bartolome Vargas Lugo, Manuel Pérez Treviño y Agustín Arroyo Ch. fundadores de número que ellos figuran en los anales fundacionales de toda una era política nacional, la misma que la cosmogonía priista aprovechó para asociar su existencia a la de la Revolución Mexicana, de allí su vinculación histórica al PNR de 1929. Pues ese partido político, el PRI, llenó con sus triunfos electorales (hayan sido como hayan sido) la última década de la primera mitad del siglo XX y toda la segunda parte de esa centuria. Diferentes actores políticos transitaron por sus radiantes y matraqueros escenarios, donde el denominador común fue el enriquecimiento personal a costa de la cosa pública. Nada para extrañar, porque con la etapa “institucional”, para aquietar a la alta jerarquía de militares en retiro o políticos inconformes, se entregaron contratos de obra o créditos bancarios que nunca se saldaron, por alguna razón al Banco de Crédito Ejidal se le conocía también como el “Bandidal”, y, aunque usted no lo crea, con el inicio de esa época surgieron los apellidos de “alcurnia”, aunque difícilmente el origen de esa genética clasista está exenta de antecedentes “culposos”. Así se estructuró el despegue social, económico y político de nuestro país teniendo como eje central al electoralmente omnímodo y omnipotente Partido Revolucionario Institucional. Ese PRI cuyo actual presidente nacional se resiste a renunciar al cargo porque quedaría en la indefensión, ¡cuán inocente! si acaso ignora que ya está cual hoja al viento, bajo las fuertes ráfagas provenientes del sector público, y las que soplan desde su propio partido, donde 15 exgobernadores se suman a la propuesta de los expresidentes priistas exigiendo la renuncia de “Alito”. Porque, Alejandro Moreno vive en la dramática paradoja política al servir con su desprestigiada presencia al frente del PRI los intereses del partido en el poder, y para nada ayuda a estructurar sinergias para hacer competitiva la alianza tripartidaria. No pasará mucho tiempo para que desde el PAN y hasta de lo que queda del PRD se escuche la exigencia del retiro de “Alito” como condición aliancista. Es doloroso el contexto de la triste despedida de un gigante.
Y en ese contexto, surge la demanda contra el expresidente Peña Nieto, lo que pudiera darnos una señal de que al presidente López Obrador se le agotan las municiones, motivo por el cual acude a este expediente, precisamente cuando en Europa “Alito” atiza el fuego del absolutismo persecutorio y la Iglesia adopta un activismo previamente adormecido. Sumado a eso desde el norte soplan tenues vientos con presagios de fuerte ventarrón. El llano en llamas.