CAMALEÓN
No es nuevo, pero muestra indubitable del monitoreo permanente del cual como nación somos objeto es la inmediatez de la respuesta de Ken Salazar, embajador de los Estados Unidos en México, respecto a la conformación del Grupo de Amigos México-Rusia acordada apenas el miércoles pasado por diputados de Morena y del Partido del Trabajo. Fue directo Ken Salazar: “… el embajador de Rusia estuvo ayer y dijo que México y Rusia son cercanos, eso nunca puede pasar, nunca puede pasar…”. El énfasis nos recuerda la siempre enhiesta actitud de México hacia la pretensión del vecino del norte por considerarnos fatalmente incondicionales a sus designios, pero una y otra vez México se ha resistido a someterse a ese destino manifiesto porque somos un país libre y soberano; sin embargo, la real politik, siempre terca, nos recuerda que la vecindad nos une a los Estados Unidos y, ahora como nunca, la economía ha estrechado los vínculos entre ambas naciones. Pero se equivocan quienes quisieran gobierno mexicano adoptando libremente y sin consecuencias actitudes políticas similares a las que en su momento impulsó en Venezuela Hugo Chávez y prosigue Maduro en sus ríspidos diferendos con los Estados Unidos, a ellos habría que recordarles las determinantes circunstancia de nuestra vecindad más inmediata. “Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses”, proclamó en su momento John Foster Dulles, y lo asume ahora subliminalmente Salazar al abordar el tema de la reforma eléctrica: “Las preocupaciones ya las hemos dicho y las diremos otra vez, pero mi esperanza es que se respeten los contratos y los acuerdos que se han hecho entre el gobierno y las empresas, bajo las leyes que existen. Estas empresas han invertido, pero si no hay confianza no va a haber inversión, necesitamos inversión en el sureste, en muchos diferentes lugares”. El piso está parejo, no debemos dar muchos brincos porque los lazos entre ambas naciones son estrechos pese a las enormes disparidades sociales y económicas. No agrada a muchos esa fatalidad, pero es una realidad insoslayable; abruma ese determinismo, pero por el momento es lo que tenemos, lamentablemente, históricamente comprobado.