ESPACIO CIUDADANO
“El pueblo siente la necesidad de algo nuevo, de una nueva palabra, de un nuevo sentimiento, la necesidad de un nuevo régimen…” F.D.
Por la década de los 60 del siglo XX, entre los 18 y los 22 años de edad, me identifiqué con la lectura de textos diversos, particularmente me atraían –como hasta ahora- las novelas y los cuentos de escritores del nuevo y del viejo mundo, dándose el caso de que en ocasiones algunas de esas expresiones literarias me resultaban difíciles de entender, pero la mayoría de ellas me trasladaron en la imaginación a otras culturas y países, percatándome que la naturaleza humana siempre esta enlazada a sus circunstancias y que el ser humano y las colectividades se mueven en derredor de sus necesidades, valores costumbres e ideales de mejoría. De los escritores y literatos que me cautivaron y de los cuales leí varios de sus trabajos en esos años juveniles (como estudiante normalista y después como incipiente educador) puedo manifestarles que fueron dos, uno de nacionalidad alemana-suiza y el otro nacido en Rusia; ni más ni menos, indico que esos personajes inolvidables para mí siguen siendo Hermann Hesse y Fiódor (Fedor) Dostoievski, del primero evoco nostálgicamente sus obras Siddartha, Juego de Abalonios, Demián y el Lobo estepario y del enigmático soviético fluyen de mi retentiva las novelas Crimen y castigo, Humillados y ofendidos, El jugador, El idiota, Los demonios y sobre todo Los hermanos Karamasov. Hoy en este comentario me referiré de manera panorámica a la vida y obra de Dostoievski, en el marco de los 200 años de su natalicio en Moscú.
Fiódor (fedor) Dostoievski nació el 11 de noviembre de 1821 en la capital de Rusia, hace 2 siglos, falleciendo el 9 de febrero de 1881 en San Petersburgo, a causa de un enfisema pulmonar, a casi 60 años de edad. Fue hijo del médico Mijail A. Dostoievski y María F. Necháyeva; tuvo 6 hermanos de los cuales Mijail fue el más cercano a él. Quedó huérfano de madre a los 16 años y dos años después muere su progenitor, un galeno alcohólico y violento, que fue asesinado por sus siervos. La pérdida de su padre, por la vía violenta, le afectó de manera profunda y le provocó sentimientos de culpa que volcará después en algunos personajes de sus obras. A los 24 años publicó su novela Pobre gente y la crítica de su país le fue favorable comparándole inclusive con Nikolai Gogol, el famoso autor ucraniano de novelas como Almas muertas y Diario de un loco. Se expresa que Dostoievski “encontró en la escritura su razón de vida, su pasión, pero también desahogó ahí a sus demonios internos y develó los enigmas o fantasmas del alma humana…” A los 28 años, por supuestas acciones subversivas contra el soberano y por pertenecer a una comunidad de intelectuales opositores a la autocracia zarista, fue condenado a muerte junto a otros 27 jóvenes inquietos; ya frente al pelotón de fusilamiento recibe el indulto salvador, pero es enviado a Siberia, para cumplir una sanción de 4 años de trabajos forzados. Entre 1846 y 1948 publicó El doble, La patrona y Noches Blancas, sin despertar comentarios elocuentes en los círculos literarios. Al regreso de su destierro, casi con 40 años, pobre y sin reconocimientos, fue donde singularmente escribió sus mejores novelas. Se le contabilizan más de 30 novelas, cuentos y relatos, donde refleja fidedignamente la condición humana.
Escribió sobre lo que vivió y observó, puede decirse que su fuente de inspiración fue él mismo, en su dramática vida llena de hendiduras y contrastes. de luces y oscuridades. Tuvo altibajos a lo largo de su existencia, especialmente en la edad madura; sufrió periodos de depresión. Para colmo, sobrevivió en permanentes crisis económicas, agravadas por su pasión hacia los juegos de azar y además tenía que alimentar a sus hijos y sobrinos a la muerte de su hermano Mijail, con el factor adicional de sus afecciones psíquicas (tendencia a la epilepsia). A pesar de todos sus pesares y compromisos económicos – materiales, lega a la humanidad sus singulares textos y trasciende en razón de libros y volúmenes imprescindibles: Crimen y castigo, El jugador, El idiota, Los demonios y los Hermanos karamasov. En tales creaciones literarias “se desmenuza, hasta la última fibra, el alma humana y se revela lo que en ella hay de esperanza y desesperanza, ambición y generosidad, miseria íntima y pública, tormentas emocionales y desolación…”
Un contemporáneo y paisano de Fiódor, el afamado escritor Iván Turquéniev expresó su opinión “Dostoievski pertenece a aquellos escritores que logran descubrirse en su obra. Su obra refleja todas las contradicciones de su espíritu, todas sus profundidades abismales. La creatividad no es para él, como es para muchos, el encubrimiento de todo aquello que ocurre en la profundidad. No oculta nada, por lo que consigue hacer un gran descubrimiento sobre el ser humano. En el destino de sus personajes narra su propio destino, en sus dudas relata sus propias dudas, en sus bifurcaciones refiere sus propias bifurcaciones, en su experiencia criminal describe los crímenes secretos de su propio espíritu. La particularidad de su genio es tal que puede relatar en su obra, con toda profundidad sobre su propio destino, que es, sin embargo, el destino de todo ser humano…”
Como un mero aficionado a la lectura y conociendo un poco la atribulada y compleja vida del moscovita Fiódor (Fedor) así como sus vivencias sombrías y caóticas acontecidas en la Rusia zarista en medio de la influencia opresiva de la iglesia ortodoxa, me he atrevido a suponer que en una de sus obras supremas, Los hermanos Karamasov, Dostoievski es el protagonista medular subyacente y que sus personajes (Dimitri, Iván, Alioska y Smerdiakov) representan, cada uno de ellos, las facetas significativas y personales del autor: temperamental, proactivo, sensible; frío, perverso y calculador; bondadoso, desprendido, solidario; además, resentido, rencoroso, irascible y con inclinaciones criminales. En resumen, el sorprendente y sublime literato ruso incorpora un buen porcentaje de elementos autobiográficos, enlazados de manera excelente con su fantasía y con su genialidad expresiva.
ATENTAMENTE
PROFR. JORGE E. LARA DE LA FRAGA