Hace algunos días veía con cierto asombro una maqueta arquitectónica en un hospital privado del puerto de Veracruz. Se trataba de un gran desarrollo hospitalario, con grandes instalaciones, equipo médico de alta tecnología y un helipuerto, con lo que configuraba los grandes alcances de ese organismo privado.
Desde luego, ello me llevó a la reflexión sobre el Instituto Mexicano del Seguro Social que en los últimos años prácticamente no ha crecido sus servicios en beneficio de sus derechohabientes.
Nuevamente tomo como ejemplo el puerto de Veracruz y sus instalaciones del IMSS, cuya última construcción data de los años ochenta y que fue la clínica que se encuentra ubicada en la avenida Salvador Díaz Mirón. Estamos hablando de casi 30 años sin que haya mejoras de su infraestructura y sin la construcción de nuevas clínicas.
Siempre había tenido una buena imagen del IMSS, por diversas circunstancias. Sin embargo, ahora que tuve la opción de internamiento de un familiar muy querido pude observar directamente una serie de detalles que no hablan nada bien de la institución.
Y aquí hago un paréntesis sobre la Asamblea General que llevó el IMSS en la ciudad de México y que su director general, Zoé Robledo, anunció la viabilidad financiera para los próximos 12 años. En suma, grandes noticias para los derechohabientes.
La realidad que he vivido, retomando el tema, ha sido muy distinta. Sé que todos estos años referidos formaron parte de un sistema denominado neoliberal en donde lo público era lo menos importante. Incluso los rumores de privatización estuvieron muy presentes en los últimos años.
Continuando con el relato, la clínica del IMSS de Díaz Mirón se encuentra en pleno abandono. Sus instalaciones son ya anticuadas y su mobiliario data de muchos años. En el aspecto sanitario, las cucarachas invaden área de camas, sin ningún pudor.
Y no solo eso. El personal médico y de enfermeras se observan indiferentes, salvo excepciones como lo indica la regla. Es casi un triunfo que una persona llegue a la atención hospitalaria, si acaso no está en su fase terminal.
Aparte, lo más inhumano son los familiares de los pacientes que se encuentran sobre la avenida Díaz Mirón y tienen que comer y dormir ahí sobre la banqueta, y sin ninguna protección cuando llueve.
Debo reconocer que tal vez el Covid ha cambiado todo también. Hasta los afectos y la buena atención que en alguna ocasión distinguió al IMSS. Sabía que había cursos de capacitación con mucha frecuencia. Ahora no me enteré que siga habiendo.
En la Clínica del IMSS de Cuauhtémoc, que es conocida también como IMSS UMAE Centro Médico Nacional Adolfo Ruiz Cortines viví una experiencia similar con mi familiar. Una vez que llega ahí, la doctora que la recibió le espeta, sin ningún remordimiento, una enfermedad que a su juicio tiene la paciente, sin contar con estudios que lo avalen.
Es decir, desde la entrada empieza el mal trato y la ofensa psicológica contra el paciente. Y ya adentro la atención no es lo deseable. Nuevamente observo la indiferencia del personal médico y de enfermeras, salvo las excepciones respetables.
Por lo menos en los médicos que traté observé arrogancia y prepotencia, instalados desde el Olimpo.
Hay preguntas y no respuestas. Los estudios tardan mucho tiempo porque hay que llevarlos a la ciudad de México. Se intenta hablar con el director Víctor Maza, pero un dique se interpone para que como ciudadano no haya la oportunidad de tener un diálogo.
En este lapso a que me refiero, donde ya han corrido cuatro meses de distancia, encuentro la opinión pública desde adentro que tienen muchos meses sin aire acondicionado y que puede tornarse más grave sí se trata de los quirófanos.
Escucho comentarios que no hay presupuesto. Y que todo debe reducirse a mantenimiento que finalmente no cubre el requisito de contar con un servicio digno.
Así las cosas. Mi querido familiar no pudo sobrevivir. No sé sí por la enfermedad propia o por negligencia del personal. Lo cierto es que mi visión, compartida con otros pacientes, coincide en que hay mucho que hacer en el IMSS. Por ahora, hay muchas deficiencias.
Y entonces no puedo entender las grandes inversiones de un hospital privado y el contraste de un organismo hospitalario público que no se renueva y cuyos derechohabientes sufren las más dolorosas consecuencias.
CAB AMPARADO
Como que vivimos un mundo al revés. Resulta que el actual organismo del agua de Boca del Río, llamado CAB y propiedad de Acciona, una empresa española en coordinación con inversionistas locales, opera el sistema. Uno de sus tareas iniciales fue el incremento de la tarifa.
Y cuando hay una inconformidad de parte de un usuario y los demanda ante la PROFECO, resulta que no llegan porque ¡están amparados!. En efecto, se escucha algo fuera lo normal, pero resulta que atienden al consumidor desde vía telefónica
Llega el consumidor y desde un celular, se escucha una voz fría e inclemente que no acepta ningún argumento. Lo que tú le debes a esa compañía lo tienes que pagar. ¡No hay de otra!
Y la PROFECO, carente de dientes y por lo que veo también de autoridad, se queda callada. Sólo queda la esperanza que por lo menos multen a la empresa por la demanda. Pero eso quién sabe.
Se trata de algo que no funciona bien. Se entiende que los amparos surgieron como necesidad de defender al ciudadano ante actos arbitrarios de parte de la autoridad. Conforme a la historia, la Ley de Amparo fue establecida en el año 1861 y promulgada por el presidente Benito Juárez.
Ahora resulta que los Juicios de Amparo están al servicio de los poderosos e influyentes, y el ciudadano común y corriente no tiene una verdadera opción de defensa ante actos arbitrarios, como es el caso ahora referido.
¡Urge una revisión al respecto!
¡Y hasta la próxima!.