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Consulta.

Por Martín Quitano Martínez

Entre Columnas

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Twitter: @mquim1962

“Razonar y convencer, ¡qué difícil, largo y trabajoso! ¿Sugestionar?¡Qué fácil, rápido y barato!”

Santiago Ramón y Cajal.

La consulta del pasado domingo primero de agosto como primer gran paso a la mejora de nuestra vida democrática, de democracia participativa, parece que no logro generar las expectativas que muchos pensamos que debería de convocar, como un gran momento para la reafirmación democrática y de involucramiento ciudadano para la toma de decisiones fundamentales.

Tan solo arriba del 7% del padrón electoral acudió a manifestarse, más de seis millones de personas fueron y dejaron constancia de su participación, números, datos que tendrán distintas lecturas, incluso que llamen a una discusión que deberá tomar elementos mucho más allá de los mismos datos.

El ejercicio democrático de la consulta, en medio de la multiplicidad de las voces que se escuchan, es en sí mismo un baluarte democrático que tendrá que ser reforzado con iniciativas serias que planteen convocatorias acordes con la dimensión y la importancia que sin duda merece reconocérsele.

Una consulta ciudadana oficial, debe considerarse un instrumento democrático de gran significación política, que con mucho rebasa los momentos vivarachos, ocurrentes y de contentillo de alguien en particular, pues supone la decisión de asuntos relevantes, de peso y trascendencia. Sin duda, éste no lo fue.

Varios factores demeritaron este evento. Desde una pregunta retórica y mal planteada, hasta una promoción partidaria ilegal y plagada de engaños. Un gobierno que se compromete a combatir la corrupción, que en lugar de aplicar la ley, opta por una consulta ciudadana que manifieste su opinión al respecto y a la que asisten poco más del 7% de los posibles participantes. Una lectura social que convierte en intrascendente una demanda reiterada por muchos años.

Soy un convencido de la importancia y la dimensión de la consulta como un ejercicio que da vitalidad a nuestra vida democrática, pero ahora mismo estoy preocupado porque la banalización y utilización que se le dio por varios actores en su primer aparición, desprestigie su legitimidad y relevancia como instrumento de participación ciudadana.

Uno de los retos nacionales es el fortalecimiento de nuestra democracia, de sus instituciones, lo que significa su revisión y mejora permanente en marcos de libertades y con apego a las leyes y normas. Los graves problemas que padecemos podrán enfrentarse mejor si afinamos y consolidamos los soportes que posibilitan una participación ciudadana consciente, democrática, crítica y que se reconoce en la pluralidad que asume las decisiones suficientes para que todas las representaciones políticas actúen en consecuencia.

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