Panoramas de Reflexión
Siempre buscamos excusas para no hacer cosas, culpando a las imposibilidades, pero si nos lo proponemos, siempre hay una manera. Rabindranath Tagore decía que “Los límites no existen cuando conoces la fuerza de tu corazón”. Yo quiero proponerme hacer muchas cosas, aunque desafortunadamente me cuesten el doble o triple de trabajo que a cualquiera. La vida no ha sido fácil para mí, como no lo ha sido para muchos de ustedes y, sin embargo, sigo aquí, sólo para adelante. La peor discapacidad que existe no es la del cuerpo sino la del espíritu.
La falta de voluntad es la mayor discapacidad que nosotros los seres humanos podemos experimentar en la vida y es que la voluntad, esa facultad de decidir y ordenar nuestra propia conducta; ese acto que la potencia volitiva admite o rechaza las cosas, queriéndolas o aborreciéndolas por libre determinación, es precisamente lo que hace a los seres humanos tomar decisiones trascendentales por su importancia o gravedad, dadas las probables consecuencias de sus actos. Un manco, un ciego, un parapléjico, sin voluntad de sobresalir, de seguir siempre adelante a pesar de sus desavenencias, está doblemente discapacitado. Es cierto que muchas veces nos envuelve la depresión, la impotencia, la soledad, la agorafobia, la paranoia, la marginación, el resentimiento, y muchos otros obstáculos, enfermedades, defectos y vicisitudes que debemos enfrentar y sortear para caminar con determinación y prestancia. La vida no es justa ni fácil para nadie, sin embargo, es bella pero complicada y de sabor agridulce. Se gana y se pierde, se lucha y se aprende; se simplifica o se complica, según nuestra propia elección. Nunca se da como pensamos o imaginamos, pero siempre encontramos puertas que se nos abren para seguir; ángeles que se nos acercan para sanar nuestras alas, cuando están abatidas por las adversidades. Los amigos, las buenas amistades que cultivamos en el devenir de nuestra aventurada existencia, son piezas importantes que juegan un papel preponderante cuando correspondemos recíprocamente a sus desinteresados afectos y beneficios, con igual sumisión, compromiso, respeto y lealtad otorgada. La arrogancia, la soberbia, la altanería, la hipocresía, la ambición, la altivez, los prejuicios, el apetito desordenado que envenena nuestro espíritu con el menosprecio, el resentimiento y deslealtad hacia los demás, no reporta jamás beneficio alguno para nadie, y me sorprende que, aun así, sigamos insistiendo en comportamientos soeces e indignos dadas nuestras más caras pretensiones.
La voluntad es pretensión, determinación, decisión, intención, ánimo, resolución, deseo o ganas de lograr muchas, muchas cosas, a pesar de innumerables inconvenientes y limitaciones. Desafortunadamente, en la mayoría de las veces nosotros no actuamos con la determinación necesaria para lograr nuestras pretensiones. La verdadera voluntad no se concibe quebrantada por excusas como las malas costumbres, malos hábitos o vicios. La voluntad es amor, cariño, afición o afecto por lo que se pretende, se busca o se hace, con convencimiento pleno de alcanzar una meta propuesta, los objetivos trazados. De lo contrario, la voluntad no existe. Anímese, téngase voluntad y no busque excusas. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.
Integrante de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A. C. (REVECO).