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La generación que nos enseñó a vivir con dignidad

Por Luis Humberto Muñoz Vazquez

Panoramas de Reflexión

            En verdad que se están acabando aquellos padres que con ternura nos criaron sin haber cursado ellos algún grado en la escuela, aquellos seres que sin estudios nos inculcaron valores como el amor y el respeto por los demás. Los que nos enseñaron a vivir sin lujos pero también sin carencias de lo indispensable para vivir, demostrándonos el valor de las cosas y el esfuerzo necesario para obtenerlas trabajando desde temprana edad. Quedan muy pocos aún, con las manos maltratadas pero con la frente muy en alto porque trabajaron arduamente para sobrevivir y darnos sustento.

            Las generaciones actuales en su mayoría desconocen muchos valores humanos, éticos y morales, el sentido común, el respeto por los demás, y el valor y el esfuerzo requerido para obtener cada artículo sean estos indispensable o no. Son jóvenes arrogantes, selectivos y clasistas, que se quejan de todo reprochando a sus padres lo que no tienen, lo que no les dan. Ahora avanzamos inmersos en una sociedad futurista y hedonista que debilita cada vez más nuestra forma de pensar “gracias” a lo que la Internet está haciendo a nuestras mentes, volviéndonos tan absortos con toda la información que nos ofrecen los celulares. El uso de esta tecnología tiene grandes repercusiones mentales porque nos roba nuestra atención, y eso hace que pensemos más deficientemente. Obtenemos enorme cantidad de información, pero nos llega de manera muy fragmentada; muchos pedacitos de información multimedia que compiten entre sí, solapándose mutuamente. Todo ello es, amén de otras cosas, consecuencia de la manipulación mediática que ejerce la sociedad de consumo tal vez en contubernio con el Estado para diversos fines perversos, alejándonos cada vez más de nuestra capacidad de implicarnos en las formas más elevadas de pensamiento que tenemos disponibles los seres humanos. Sin embargo, la gran ventaja que tenemos aún para contrarrestar todo esto es nuestra capacidad de elegir, de decidir, aunque las barreras que hay que eludir son más, todavía tenemos opciones. Las consecuencias las estamos viviendo ya en todas partes. Arrogancia, soberbia, altanería, presunciones y vanidad por doquier. Ausencia de valores ya ni se diga. Jóvenes que se dicen directos pero omiten la cortesía y el respeto son muchos. ¿Qué nos está pasando? La transición de padres autoritarios a permisivos genera estos y otros efectos que pueden volverse actos delictivos y hasta trágicos si no se corrigen a tiempo. No es una hipérbole decirlo pues la escasa educación junto con la miseria y el acceso a demasiada información que se distorsiona por falta de comprensión y entendimiento, puede producir delincuencia y muchos otros problemas sociales.

            La necesidad cultural, educativa y de valores éticos debe fortificarse aunque tal vez tenga que hacerse por cuenta propia, en casa, en cada hogar, en cada familia, educando y orientando a los jóvenes y quizá a los no tan jóvenes para que cultiven las buenas costumbres, la cortesía, el respeto, la humildad, el recato, la vergüenza, la sencillez, el acatamiento, la obediencia, tan útiles y necesarias pero tan escasas también. La vida es bella y de sabor agridulce pero dura también, que no vale la pena vivirla con reproche, sino sobreviviendo con decisión y perseverancia. Hagamos honor a aquellos viejos que se están acabando. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.

Luis Humberto.

Integrante de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A. C. (REVECO).