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Recordar el pasado.

Por Martín Quitano Martínez

Entre Columnas

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Twitter: @mquim1962

Cuando el pasado ya no ilumina el futuro, el espíritu camina en la oscuridad.

Alexis de Tocqueville

La visión dominante del actual ejercicio político, fabrica una realidad alterna en la que regodea sus afanes de poder omnímodo, en la que las mayorías, sino es que todo “el pueblo” comparte sus anhelos y aplaude sus decisiones sea por aceptación o por subordinación, de tal suerte que sus enfoques deben tomarse como válidos sin discusión alguna.

El planteamiento de opiniones distintas, incluso opuestas, carecen de su reconocimiento, por lo cual deberán ser tachadas y descalificadas pues contravienen sus ideas y las del pueblo, ya que ellos se asumen los depositarios de la voluntad del mismo.  Aquellos que piensen distinto es porque representan intereses oscuros, malvados, extranjeros, o porque no quieren el bien nacional, por lo tanto son traidores a la patria.

En democracia sin embargo, la sana y normal discusión política y social se basa en el reconocimiento de que existen y coexisten expresiones diferentes de ideas y voluntades y que en ella, en la democracia, se resguarda la posibilidad de que todas puedan ser escuchadas y atendidas, incluyendo, claro está, las ideas y opiniones de las minorías. Derechos y obligaciones que se resguardan en instituciones, normas y leyes forjadas al amparo de años de lucha de millones de mexicanos, contra las visones autoritarias y por ende antidemocráticas; las que arrasan y rompen con todo aquello que les pueda parecer distinto.

Todo este tiempo y todos los logros alcanzados en nuestro país, debe asumirse como parte de una vida democrática buscada y anhelada, inacabada, que se configura con retos de mejoras y acomodos para un mejor funcionamiento pero que ha logrado ir conformando pesos y contrapesos frente a lo que fueron años de intolerancia, cerrazón política y de persecuciones a las posiciones alternas, desde los espacios de luchadores democráticos convencidos ante los comportamientos de quienes detentaban el poder.

Hoy es necesario recordar los esfuerzos, las vidas mismas de los que apostaron por establecer una sociedad mexicana representada en su pluralidad y el reconocimiento de las ideas diferentes. No es momento de olvidar la historia construida a través de la lucha por la justicia social y contra las arbitrariedades, por el respeto a las diferencias, asumiendo que en democracia y en el juego contra los poderes centralizados y de partido casi único, se impulsaba la creación de poderes constitucionales que funcionaran para los mutuos controles, conformando contrapesos autónomos ante los ejercicios del poder, como reivindicaciones que deben seguirse apoyando.

Observar la actual discusión de nuestros entramados políticos e institucionales nos plantea la obligación de recordar el pasado que, ante el arribo democrático, pensábamos habría quedado atrás. Pareciera que en lugar de perfeccionar nuestra democracia, se dan pasos hacia atrás.

Las reiteradas descalificaciones a los distintos, a los diferentes, a lo que les contradiga, reproducen malos y viejos comportamientos. No debemos permitir tales retrocesos. Propugnemos y esforcémonos por una mejora permanente de los procesos democráticos, pero no su desmantelamiento. Recordar el pasado para no regresar a él.

LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA

Por la vida y contra la mina a cielo abierto Caballo Blanco, ni un paso atrás.