Panoramas de Reflexión
La pandemia nos reveló algo tan simple que ahora necesitamos enfrentar para sobrevivir a este virus y quizá otros en espera. Debemos convertirnos en un conjunto de sociedades más justas y equitativas. Una verdad obvia quedó al descubierto; en la guerra viral, la humanidad es tan fuerte como su eslabón más débil. Nuestra supervivencia colectiva depende de la capacidad que tengamos de desarrollar una apreciación mucho mayor de la relación directa entre la salud universal y la justicia social. También se requiere de la voluntad de tomar medidas decisivas para aliviar la pandemia interminable de la pobreza aplastante, que es el talón de Aquiles de todo el mundo.
Quizá la muerte viral nos ha presentado una llamada de atención que no ignoraremos. La catastrófica amenaza para la salud que ahora expone nuestras debilidades como especie también ilumina nuestra conexión. Este es el lado positivo del momento. Bajo la amenaza de la peste se nos ha brindado la oportunidad de reconsiderar como las comunidades y las sociedades dependen unas de otras, a pesar de las divisiones artificiales de toda la vida. No es una hipérbole decir que todos somos piezas en una cadena global de dominó. Algunos de nosotros somos mucho más susceptibles, pero todos corremos el riesgo de caer. Sabemos con certeza que grupos selectos de personas seguirán teniendo un riesgo alto de enfermarse o perecer a causa del virus por las razones más simples. No todos tienen acceso a la atención médica o desempeñan trabajos esenciales de primera línea donde la exposición es casi segura. Esta es la interconexión que de pronto reconocemos, pues algunos de nuestros seres más vulnerables son los más esenciales. La amplitud de la pobreza era, por supuesto, asombrosa mucho antes de la llegada de la Covid-19. Casi la mitad de la población mundial vivimos en la pobreza. El coronavirus ha exacerbado el espectáculo de terror en formas aún por determinar. Millones que apenas sobrevivían antes de la pandemia ahora están en riesgo. Con empresas obligadas a cerrar y escuelas relegadas al aprendizaje a distancia, los hogares rara vez han estado más estresados y, en algunos casos, con inseguridad alimentaria. En este momento todas las ciudades tienen personas que se van a dormir con hambre. Aquellas que antes estaban al límite ahora luchan por mantenerse a flote. El siglo XXI ya se conoce como el siglo de las epidemias. SARS en 2003,Influenza H1N1 en 2009, MERS en 2012, ébola de 2014 a 2016, y ahora COVID-19 en 2019, 2020 y quien sabe cuántos años más, cada una un poco peor que la previa, y esta, muchas veces peor que las cuatro anteriores juntas. Los estragos económicos y sociales son incalculables y se recienten mayoritariamente en los grupos más vulnerables. Es nuestra responsabilidad personal extremar precauciones y acatar las disposiciones gubernamentales para contrarrestar el contagio, pero también es vital que continuemos contribuyendo a la economía familiar y local, una paradoja que puede dilucidarse tomando estrictamente las medidas preventivas necesarias ya conocidas. La educación, tan escasa actualmente, jugará un papel determinante, y es donde se encontrará la diferencia. La colectividad en general está haciendo caso omiso de las indicaciones y precauciones necesarias; sin embargo, cuando se dé cuenta que los decesos empiezan a ser los suyos es que entonces intentará dar marcha atrás. Es importante que socialmente tomemos todas las precauciones necesarias para poder seguir adelante.
2020 fue un año que nos forzó a adaptarnos de cara a la incertidumbre existencial. Pero no nos quedamos sin recursos. El lenguaje, por ejemplo, también se ajustó a las nuevas necesidades. Palabras como “confinamiento”, que evocaba un manicomio de la época victoriana, o “cuarentena”, con raíces en la Venecia medieval, emergieron de las sombras de la historia y retomaron vigencia. Nacieron frases nuevas como “distanciamiento social”, “trabajadores esenciales”, “sana distancia”, “hacer zoom”, etc., un nuevo léxico para nuestros esfuerzos de seguir adelante y hallar nuevos caminos. De muchas maneras, 2020 impuso excesivos cambios que hasta ahora la mayoría hemos podido acatar, pero no debemos confiar. Todavía faltan cosas que quién sabe si podremos ver. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.
Integrante de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A. C. (REVECO).