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Palabra de honor.

Por Luis Humberto Muñoz Vazquez

Panoramas de Reflexión

            Hoy en día ya casi no se habla de la Palabra de honor, ha sido borrada de algunos documentos y ensayos porque está fuera de Tiempo. El siguiente texto fue tomado del libro “la otra historia de México, Díaz y Madero, la espada y el espíritu”, de Armando Fuentes Aguirre, “catón”, quien con él nos revela ampliamente sus alcances y magnitud al expresarla en otras épocas. Los jóvenes y adultos de hoy ni la conocen y cuando la expresan, sólo dicen “¡Palabra!”, quizá para no comprometerse tanto; además, sólo la usan de mero formulismo social sin darle mayor importancia. Es decir, cuando la expresan, raras veces cumplen con lo expuesto argumentando innumerables y hasta fantásticos pretextos. Los niños desconocen su verdadero significado, es más, ni la conocen.

            “En el año de 1892 murió don Carlos Fuero. Una calle en la ciudad de Saltillo, Coahuila y otra en Parral, Chih., llevan su nombre. Más merece por el hecho que ahora voy a narrar: A la caída de Querétaro quedó prisionero de los juaristas el-General don Severo del Castillo, Jefe del Estado Mayor de Maximiliano. Fue condenado a muerte, y su custodia se encomendó al Coronel Carlos Fuero. La víspera de la ejecución dormía el Coronel cuando su asistente lo despertó. El General Del Castillo le dijo, deseaba hablar con él. Se vistió de prisa Fuero y acudió de inmediato a la celda del condenado a muerte. No olvidaba que don Severo había sido amigo de su padre. —Carlos, le dijo el General, —perdona que te haya hecho despertar. Como tú sabes me quedan unas cuantas horas de vida, y necesito que me hagas un favor. Quiero confesarme y hacer mi testamento, Por favor manda llamar al padre Montes y al licenciado José María Vázquez. —Mi General, respondió Fuero, —no creo que sea necesario que vengan esos señores. — ¿Cómo?, se irrito el General Del Castillo. — De-seo arreglar las cosas de mi alma y de mi familia, ¿y me dices que no es necesario que vengan el sacerdote y el notario? –En efecto, mi General, repitió el Coronel republicano. –No hay necesidad de mandarlos a llamar. Usted ira personalmente a arreglar sus asuntos y yo me quedaré en su lugar hasta que usted regrese. Don Severo se quedó estupefacto. La muestra de confianza que le daba el joven Coronel era extraordinaria. —Pero, Carlos, le respondió emocionado. – ¿Qué garantía tienes de que regresaré para enfrentarme al pelotón de fusilamiento? —Su Palabra de Honor, mi General, contesto Fuero. —Ya la tienes, dijo don Severo abrazando al joven Coronel. Salieron los dos y dijo Fuero al encargado de la guardia: —El señor General Del Castillo va a su casa a arreglar unos asuntos. Yo quedaré en su lugar como prisionero. Cuando el regrese me manda usted despertar. A la mañana siguiente, cuando llego al cuartel el superior de Fuero, General Sostenes Rocha, el encargado de la guardia le informo lo sucedido. Corriendo fue Rocha a la celda en donde estaba Fuero y lo encontró durmiendo tranquilamente. Lo despertó moviéndolo. — ¿Qué hiciste Carlos?, ¿Por qué dejaste ir al General? —Ya volverá, le contestó Fuero. —Si no, entonces me fusilas a mí y asunto arreglado. En ese preciso momento se escucharon pasos en la acera. — ¿Quién vive?, grito el centinela. — ¡México!, respondió la vibrante voz del General Del Castillo. —Y un prisionero de guerra. Cumpliendo su Palabra de Honor volvía Don Severo para ser fusilado”.

            El final de esta historia es muy feliz. El General Del Castillo no fue pasado por las armas. Rocha le contó a don Mariano Escobedo lo que había pasado, y este a don Benito Juárez. El Benemérito, conmovido por la magnanimidad de los dos militares, indultó al General y ordenó la suspensión de cualquier procedimiento contra Fuero. Ambos eran hijos del Colegio Militar; ambos hicieron honor a la Gloriosa institución. Existen muchas familias que a sus hijos les inculcan a tener palabra, palabra de honor. Aunque no lo crean, esa es una de las esperanzas de México. Ya lo dijo Sócrates: “Educa al niño y no tendrás que castigar al hombre”. Todos hemos caído en la frivolidad y trivialidad que sigue la mayoría de la sociedad global actual. Debernos apostar más en la educación aunque el gobierno y su enorme aparato burocrático se empecinen en lo contrario. Vigile la educación que reciben sus hijos y vigile más su comportamiento fuera de las escuelas. Es su responsabilidad. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.

Luis Humberto.

Integrante de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A. C. (REVECO).